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Actualizado: 2 de junio de 2025
Es singular; no os demostraba, sin embargo, mucho cariño; hasta creía que os odiaba, y sin embargo, en el momento de perderos, demuestra por vos un cariño extraordinario. Su cabeza está perdida; no sabe lo que dice ni lo que hace. Se abrió la puerta de la sala y apareció el intendente en el corredor; estaba colorado, y tenía los ojos rojos de cólera.
Frecuentaba la casa, los acompañaba algunas veces en sus paseos, les demostraba un afecto paternal y les prestaba los servicios que podía y en todo caso el auxilio de su experiencia. ¡Cuántas veces, sorprendiendo sin querer alguna caricia furtiva, se le rasaron los ojos de lágrimas recordando los contados días de su dicha conyugal! Mario lo observaba y le hacía una seña a Carlota.
Un momento después entró ella, encantadora y bella en su traje de luto, con una dulce sonrisa en sus labios y su mano tendida hacia mí, llena de gusto y placer al volverme a ver. Su cara me pareció que expresaba una viva ansiedad, y la palidez de sus mejillas demostraba cuán cruelmente había sido destrozado su corazón por el terror y las penas.
Y, sin embargo, según después supe, aquel hombre tenía tanto corazón como inteligencia. Era Churruca. El uniforme del héroe demostraba, sin ser viejo ni raído, algunos años de honroso servicio. Después, cuando le oí decir, por cierto sin tono de queja, que el Gobierno le debía nueve pagas, me expliqué aquel deterioro.
Á medida que la conocían, iban tomando confianza, que hubo de tocar no pocas veces en familiaridad. Pedro solía acompañarla en estas excursiones, lo mismo que en los trabajos matinales de jardinería. El pobre debía de aburrirse de un modo lastimoso en aquellas sesiones en que la condesa servía de paño de lágrimas, pero no lo demostraba.
Además, se hacía viejo, la fortuna de su mujer representaba unos veinte millones de pesos, y su ambicioso cuñado, al trasladarse á Europa, demostraba tal vez mejor sentido que él. Arrendó parte de sus tierras, confió la administración de otras á algunos de los favorecidos por el testamento, que se consideraban de la familia, viendo siempre en Desnoyers al patrón, y se trasladó á Buenos Aires.
Se imaginó una reunión de jóvenes de largos cabellos, ante la que él demostraba, con voz firme y tranquila, su inocencia. Todo era claro, convincente. Las frases se seguían en un orden perfecto, como fórmulas matemáticas unidas por signos de igualdad. «De esta suerte, señores, podrán ustedes advertir...» Con una dignidad severa se pone bien las gafas y sonríe despectivamente.
Y recordó algunas escenas que presenciara, en las que se demostraba ese geniazo de la Pepa. ¿No había llegado una vez a tirar una cacerola a la cabeza de su marido, el cochero de la casa, porque éste pellizcara a Juana, la hija del capataz?... ¡Cómo había cambiado esta mujer bajo el dominio fascinante del Chucro!...
Y todo en su persona demostraba la facilidad con que podía olvidarse de su parentesco si recibía la orden de proceder contra don Marcelo. Calló éste, bajando la cabeza. ¡Qué iba á hacer!... El capitán reanudó sus amabilidades, como si hubiese olvidado lo que acababa de decir. Quería presentarle á sus camaradas.
Permanecieron encaramadas en la escalera un día entero las dos hembras, siendo la causa de aquel castigo el hecho siguiente: Una de las mujeres tenía grandes ansias por cobrar un dote de 100 ducados que le correspondía si se casaba, mas ella no demostraba ninguna afición al casamiento, y sí muy grande al dinero y á una su íntima amiga, con la cual convino un ingenioso plan que, al ser malogrado, la puso en aquella triste situación.
Palabra del Dia
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