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Abrumó a Amparito con abrazos asfixiantes y besos y lagrimones, que la arrebataron una parte del colorete; y después de esta molesta expansión, que dejó aturdida a la niña e hizo torcer el gesto a doña Manuela, dejóse caer de golpe en una silla, que crujió tristemente bajo las gigantescas posaderas.

¡Así! replicó la dama vivamente. Y al mismo tiempo le echó los brazos al cuello y le cubrió el rostro de fuertes y apasionados besos. Raimundo se estremeció. Dejóse besar por algunos instantes como un cuerpo inerte. Al fin, doblándosele las piernas, exclamó con acento desgarrador: ¡Oh, Clementina, me estás matando! Y cayó al suelo privado de sentido. El susto de ella fué grande.

Dejóse caer de rodillas delante de , y pidió por todos los santos del cielo que la oyera como en confesión. Porque me dijo por último, entre sollozos mal comprimidos y espasmos de todo el cuerpo , ya no puedo más con la carga, y llegó la hora de quitármela de encima o de morir debaju de eya.

Si vas a confesarme la verdad, no me la digas, no; prefiero quedarme con la sospecha. Enronquecida y sin fuerzas, dejóse caer en el sillón más próximo, que crujió bajo el enorme peso; temía ahora tanto de que Esteven hablara, como antes deseaba que rompiera el sospechoso silencio. Don Bernardino preguntó: ¿Sabes quién es el hombre que acaba de salir de aquí? Como no me lo digas...

El no sabía lo que pensaba ni lo que iba a decir, y por eso mismo, palpó mejor que nunca ese obscuro fondo del ser, encima del cual, lo que él llamaba su sentimiento, su albedrío, su conciencia, no eran sino burbujas de un profundo hervor incomprensible. Dejose llevar. La palabra de Beatriz le sorprendió: Cuán pensativo hase quedado vuesa merced. ¿Sufre malencolías? Ramiro no quiso contestar.

Voces largas y jubilosas resonaban a cada instante sobre las colinas. Ramiro dejose invadir por aquella languidez, por aquella holganza crepuscular que desunce los bueyes y refresca en cada cabaña la frente y el pecho de los labriegos.

Habíase encargado D. Sancho de Leyva de hinchir la cisterna del fuerte, y dejóse de echar agua en ella estando llena no más que la mitad, y la cisterna que estaba dentro del castillo, que era pequeña, se hinchó con los forzados de dos galeras de Sicilia: había buen número de botas y tinajas para hinchirlas de agua, y no se hizo. El Duque.

Como la casa de lord Gray era centro de aventuras, y allí entraban con frecuencia hombres y mujeres a distintas horas del día y de la noche, el criado no puso obstáculo a que invadiéramos imperiosamente la casa, y guiándonos a la sala, encendió luces, sin cesar de repetir: El señor no está, el señor no ha venido esta noche. Inés, desfallecida, dejose caer en un sillón.

Tambaleándose entró en su alcoba, bebió con mano trémula un sorbo de agua y dejóse caer sin fuerzas en una butaca, mirando la carta que tenía en las manos, sin osar abrirla. El pasado entero se le vino a la memoria de un golpe, como una de esas grandes olas que revientan en la playa, borrando por completo la espuma de otras menores.

Por fin, Juan hizo una seña a Blas; y a su mujer le dijo por lo bajo: «dale un par de duros». Dejose conducir hasta la puerta el pobre D. José sin decir una palabra, ni despedirse.