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Sin equivocarse, comprendió lo que con exquisita delicadeza Juan había esperado de ella, respetuoso y en silencio. Al pensar en la plenitud de aquel amor que no debía aceptar y que, sin embargo, había involuntariamente suscitado, una sensación de espanto la dominó.

En el primer momento no podía hablar y balbuceaba palabras confusas; pero la posesión del precioso documento pronto le devolvió la energía. Dominó su conmoción y exclamó apretando con ansia febril la mano del intendente: ¡Oh Mathys! ¡Si supierais cuán feliz me siento! El más bello sueño de mi vida parecía desvanecerse para siempre y hete aquí que se realiza de golpe. ¡Gracias, gracias!

Mientras así charlaba con todos los que se le acercaban, una mujer rebujada en dominó negro, con máscara del mismo color, no le perdía de vista un momento, situada ahora en un punto, ahora en otro; pero siempre a corta distancia de él. Por los agujeros de la careta se veían dos ojos lucientes y fieros.

Además del tresillo se arma la timbirimba con frecuencia; y se juega al monte. Las damas, el ajedrez y el dominó no se descuidan. Y por último, hay una pasión decidida por las riñas de gallos.

Como extraordinarios, las romerías cercanas y los jaleos de las sociedades Sin nombre, Unión soltera y otras ejusdem farinoe. En los cafés jugaba al billar ó al dominó, aunque prefería el papel de espectador, con el santo fin de divertirse á costa de algún jugador distraído ó atrabiliario. En las calles, ya conocemos el género de las diversiones á que se dedicaba.

A pesar de sus esfuerzos, le dominó el despecho. Estaba seguro: aquél iba a conquistar a la joven, a llevársela. Por vez primera, la veía particularmente interesada en la conversación de su vecino de mesa; parecía estar prendada de las frases de Martholl; lo escuchaba sonriendo y sin hacer caso a los demás convidados.

Era una mujer enmascarada, que, a pesar de sus altos tacones y de la especie de gran florón de anchas cintas negras que llevaba en lo alto de la cabeza para aumentar su estatura, aparecía muy pequeña: llevaba sobre un vestido corto de seda negra un amplio dominó de igual color, y abrigábase el cuello, espaldas y brazos, con una rica talma de pieles grises.

Con tan consoladores discursos el Conde dominó a duras penas su impaciencia; acudió otras dos noches más a los Jardines, y tampoco vió a las damas. Ya entonces resolvió emplear su sagacidad y su actividad para buscarlas. «Si huyen, si se ocultan dijo , es porque me temen. Yo las buscaré. Yo las encontraré

Claro está que al imaginarlo no se apenó como si se tratara de una hija suya; pero se disgustó y, sobre todo, aprovechó la ocasión para acrecentar con justa causa su odio hacia don Juan; casi alegrándose por tener motivo que atizara su deseo de venganza. Consideró a Cristeta seducida, abandonada, y le dio lástima; mas el sentimiento que le dominó fue el rencor.

En medio de su pena, pudo tanto aún la briosa mocedad de María Antonia, fortalecida por el modo de vivir, menos duro y penitente que su larga convalecencia le había impuesto, que vino al cabo a encontrarse de nuevo sana y hermosa. Vehemente deseo de volver a ver a D. Jacinto dominó entonces su alma.