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Actualizado: 26 de junio de 2025


-No me creo desos juramentos -dijo Andrés-; más quisiera tener agora con qué llegar a Sevilla que todas las venganzas del mundo: déme, si tiene ahí, algo que coma y lleve, y quédese con Dios su merced y todos los caballeros andantes; que tan bien andantes sean ellos para consigo como lo han sido para conmigo.

Deme su mano... no es para poner en ella dinero, esté tranquila... Ahora... hasta la vista. La excelente mujer salió sollozando.

¿Me esperabas a , no es cierto? dijo Melchor y dirigiéndose al sirviente que se retiraba después de haber guardado unos platos: José, antes de irse, deme una taza de café. Empezaré, pues, por lo que Baldomero llama lo principal. ¿Y de no?... ¿a qué fue don Ricardo? ¡Andando! Tienes la palabra. Y en una sola lo diré todo: la «Pampita»... ¿El qué? ...la «Pampita»... ¡Acaba!

Muy sutil y poético está usted esta noche dijo Rafaela sonriendo . Y lo peor es que está usted muy razonador y dialéctico; y vamos, empiezo a tener miedo de que usted me convenza. Para huir del peligro me decido a poner término a este coloquio. Déme usted el brazo. Rafaela se levantó del sofá, tomó el brazo del Vizconde, recorrió las salas y fue saludando y hablando a multitud de personas.

María comprendiendo aquel movimiento de cariño, corrió velozmente hacia la señorita, y apoyando su cabeza en el seno de ella, murmuró entre gemidos: ¡Por Dios!... ¡déme usted un abrazo! Florentina la abrazó tiernamente. Entonces, apartándose con un movimiento, o mejor dicho, con un salto ligero, flexible y repentino, la mujer o niña salvaje subió a un matorral cercano.

, señor, muchas veces; pero como se trataba de una enfermedad crónica, me iba arreglando con los antiguos remedios: el bicarbonato, la magnesia, la cuasia... Bien; deme usted la mano. El doctor Ibarra estuvo largo rato examinando el pulso del joven. Después, observó con atención sus ojos, bajando para ello el párpado. Quedose algunos momentos pensativo. Desearía reconocerle el pecho.

En seguida sacó la chica un caramelo que llevaba oculto entre los pliegues del corpiño, le quitó el papel, se lo llevó a la boca, hizo como si quisiese y no pudiese partirlo con los dientes, y, por último, se lo presentó, húmedo todavía, a don Quintín, diciéndole: Pártalo usted y deme la mitad. El estanquero no pudo más.

Sólo vengo a invitar a usted para que una vuelta por la cueva... la cueva de los ratones... ya sabe usted. Allí se puede entretener en desnudar alguna rata de las muchas que vendrán a visitarla... Vamos, deme usted la mano para que la conduzca con toda ceremonia.

¡Cállese usted, madre! dijeron ambas mozas. ¡Oh, son muchos los que piensan como yo! insistió la vieja. Reclinado en cómodo sillón, de brazos, me reía al oírlas. Lo que es yo declaró la menor de las hijas, una rubia regordeta y sonriente, aborrezco a Miguel el Negro. ¡A déme usted un Elsberg rojo, madre! Del Rey dicen que es tan rojo como... como...

Abandonó á Robledo, y fué al encuentro del pianista, que rondaba la mesa, pasando de un criado á otro para repetir sus peticiones de emparedados y de copas. Déme su brazo... Beethoven. Al deslizarse entre dos grupos, dijo, mostrando al músico: Voy á escribir cualquier día un libreto de ópera para él, y entonces la gente se verá obligada á hablar menos de Wágner.

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