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Actualizado: 16 de junio de 2025
Antes de salvarlo por un puentecillo de madera, Tristán propuso apearse y descansar un poco. Clara se resistió débilmente; era ya tarde; deseaba llegar a casa antes que regresasen de la estación sus hermanos. Pero cedió al fin por complacerle. ¿Un ratito nada más, verdad? Cinco minutos echando por largo. El agua bajaba brincando entre rocas manchadas de musgo.
La enferma, sonriendo débilmente, tendía sus flacos brazos para coger el jarro, y bebía y bebía, con lo esperanza de que el agua deshiciese la bola ardorosa y sofocante que dificultaba su respiración, transmitiendo a todo su cuerpo el fuego de la fiebre.
El jardín dormido hasta hacía un momento, en el seno de las tinieblas, empezaba a revivir; por el cielo se extendía la argentina aurora de una finura de tonos exquisitos; los pájaros piaban débilmente, lanzando intermitentes cantos. El joven penetró en su casita en busca de un reposo que calmase la agitación de sus pensamientos.
Porque me temía que Ruperto acababa de matarlo. ¡Socorro! gritó débilmente el Duque. Oí pasos en la escalera inmediata a la puerta donde me ocultaba y también rumor de voces a mi derecha, hacia abajo, en dirección a la celda del Rey. Pero antes de que ocurriese cosa alguna de la parte de acá del foso, vi por la ventana de Antonieta que cinco o seis hombres rodeaban a Ruperto.
Por la ancha ventana que iluminaba la habitación se distinguían a lo lejos, oscureciendo con sus enormes sombras la incierta luz crepuscular, los picos de la vecina sierra envueltos entre vapores débilmente violados y azules. En primer término, las tapias llenas de carteles de colores y las vallas de la estación dibujaban con líneas de intenso negro sus contornos.
Beatriz se resistió débilmente; ¡en su labio, humedecido, temblaba una lucecilla azul, una gota de luna! Fue al principio un beso ideal, casi incorpóreo, tomado con el aliento, en la quietud, en la altura, sobre el sueño de la ciudad y las tierras; pero, al pronto, el indeciso contacto acabó por despertar los sentidos, y las bocas se ligaron, se apretaron fuertemente, bajo el masculino furor.
El mosto que chorreaba débilmente caía con ruido de fuente escasa en los recipientes de piedra, y un largo tubo de cuero, semejante a una manga de incendio, lo tomaba de las pilas y lo conducía al fondo del lagar en donde el sabor azucarado de las uvas aplastadas se convertía en olor a vino y en cuya proximidad era la temperatura muy alta.
En los cañaverales cantaba un ruiseñor débilmente como anonadado por la belleza de la noche. Se deseaba vivir más que nunca; la sangre parecía correr por el cuerpo más aprisa, los sentidos se afinaban y el paisaje imponía silencio con su belleza pálida, como esas intensas voluptuosidades que se paladean con un recogimiento místico. Rafael seguía el camino de siempre, iba hacia la casa azul.
Dirá usted acaso que en sus sonetos hay algo parecido á la moral de la fábula de la hechicera Arleta; que de ello dan prueba las cuatro últimas palabras del último soneto ¡Que tétrica es la vida! Pero yo, en honor de la verdad, no descubro dicho sentimiento en usted, y si le descubro, es expresado débilmente y como ahogado en los pormenores que preceden á las dichas cuatro palabras.
En las novelas, Francisca, pero en la vida... En la vida pasa como en las novelas... Créeme, Magdalena, he leído bastante para conocer la materia... ¿Crees entonces?... pregunté un poco influida por la convicción de Francisca. Sí... Con tus ideas y tu educación, tenía que suceder... ¡Ah! Magdalena, la solterona se transforma en una enamorada... Es graciosísimo... Sonreí débilmente.
Palabra del Dia
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