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Actualizado: 27 de julio de 2025


El otro bigardo posa familiarmente una mano sobre aquella cabeza de moro negro, que saca la lengua de sierpe al ser aplastada por las angélicas plantas, y sonríe con la malicia del tonsurado que sabe cómo todas las astucias del rebelde son juegos ante el poder de los exorcismos. Siempre con la misma sonrisa, le arranca un cuerno. DON FARRUQUI

Estando en esto, y yo con lo bebido atolondrado, entraron cuatro de ellos con cuatro zapatos de gotosos por caras, andando a lo columpio, no cubiertos con las capas, sino fajados por los lomos, los sombreros empinados sobre las frentes, altas las faldillas de delante, que parecían diademas, un par de herrerías enteras por guarniciones de dagas y espadas, las conteras en conversación con el calcañar derecho, los ojos derribados, la vista fuerte, bigotes buídos a lo cuerno y barbas turcas, como caballos.

El viento había calmado; el golfo, más que una mar turbulenta, un terso espejo parecía. Embistió el primero el cuerno derecho de los turcos, a los que resistieron los venecianos.

En el principal vivía, al comenzar este relato, un pañero, contratista de vestuario de presidios, en cuyos tratos, por quedar clavado, hacía de redentor el fisco; ocupaba el segundo un sastre de gente chula, que era además teniente de Voluntarios de la Libertad, como entonces se llamaba a los milicianos nacionales, y se recogía de noche en la bohardilla un matrimonio, sospechado de no serlo, que pasaba el día en los soportales de la calle de Toledo labrando cucharas de palo y vigilando un puesto en que se vendían ligas, bolsillos de punto, castañuelas, navajas y tinteros de cuerno.

Uniéronse a estos sonidos discordantes las notas agudísimas del cuerno de caza y el redoble del tambor, produciendo entre todo una algarabía insoportable.

No qué será: misterio decía el viejo cirujano con aire de duda . O estos chicos tienen carne de perro, o el cuerno, con todas sus suciedades, guarda una virtud curativa que desconocemos. Poco tiempo después, Gallardo volvió a torear, sin que esta cogida enfriase sus ardores de lidiador, como le vaticinaban los enemigos.

La multitud abrió paso, y veloces, con ciego impulso, como espoleadas por el terror, pasaron una docena de muchachas despeinadas, greñudas, en chancleta, con la sucia faldilla casi suelta y llevando en sus manos, extendidas instintivamente para abatir obstáculos, un par de medias de algodón, tres limones, unos manojos de perejil, peines de cuerno, los artículos, en fin, que pueden comprarse con pocos céntimos en cualquier encrucijada.

5 No levantéis en alto vuestro cuerno; no habléis con soberbia. 7 Porque Dios es el juez; a éste abate, y a aquel ensalza. 8 Que la copa está en la mano del SE

Me paseaba bajo ella al caer las primeras sombras y me llamó la atención que delante de cada hotel, de cada bar-room, de cada puerta, un individuo sacaba una pequeña mesa de tijera, se instalaba ante ella, encendía un farol, arreglaba en un semicírculo artístico algunas docenas de pesos fuertes en plata, y comenzaba a batir con estruendo un enorme cuerno provisto de dados.

Barquillos cuscurrosos, confituras rusas, mantelería adamascada, cucharas y cuchillos de mango de cuerno... y, por arriba de todo eso, un fino vapor azulado que se escapa del aparato del café y que da al conjunto cierto tono más íntimo. Nos sentamos y bebimos. El viejo se holgaba extraordinariamente; la baronesa se sonreía con expresión resignada, y Yolanda me hacía ojitos.

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