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Ni una voz, ni un cuchicheo salió, durante el largo trayecto, de aquella multitud.

Los demás volvían también la cabeza y murmuraban: « ¡Precioso! ¡preciosoInmediatamente todos anudaban su cuchicheo interesante, empezando por la señora de la casa: « El sombrero malva, el vestido malva, la sombrilla malva, el forro del coche malva...» La pianista animada por los elogios ponía el alma y la vida en la interpretación de Les premieres feuilles du printemps.

La luna blanqueaba las copas de los manzanos, cubiertos por la nieve de sus menudas flores. Los melocotoneros extendían a lo largo de las paredes sus ramas, abiertas en abanico, llenas de capullos. Carlos respiraba el aire tibio de la noche, cuando oyó un cuchicheo y prestó atención. Estaba hablando su hermana Catalina, desde la ventana de su cuarto, con alguien que se encontraba en la huerta.

Ver a su Anita alegre, expansiva, y allí, cerca del propio lecho, a los amigos jóvenes en cuya compañía se sentía él joven también, ¿qué mayor dicha? Ni la sombra de una sospecha se le asomaba al alma al noble ex-regente. Ya todo era silencio en la casa, todos dormían, y sólo en aquel rincón de la galería, junto a aquella ventana abierta había el ruido suave de un cuchicheo.

El excelentísimo señor de Ballester queda encargado de la ejecución del presente decreto. xii Por la tarde llegó doña Lupe muy alarmada buscando a Maximiliano, a quien suponía allí. No pasó de la sala, ni quiso ver a Fortunata, de quien dijo que la compadecía, pero que no podía tener ninguna clase de relaciones con ella. En la sala cuchicheó la ministra con Segismundo contándole lo ocurrido.

En aquel rincón oscuro, sacudidos por el vaivén de los resortes y aturdidos por el estrépito de las ruedas al saltar sobre el pavimento, el cuchicheo se hizo cada vez más íntimo, más insinuante, animado a cada momento por risas ahogadas y palabritas dulces.

Dedicose entonces éste a la explotación de cuarzo; después a moler este mineral, luego a la hidráulica y a abrir zanjas, y finalmente, por grados progresivos, a guardar un establecimiento de bebidas. Luego se cuchicheó que Smith bebía mucho; pronto se supo que Smith era un borracho habitual, y después la gente, según acostumbra, pensó que jamás había sido nada bueno.

El joven fue a sentarse cerca del velador que había en el centro, y se puso a mirar las estampas de un libro lujosamente encuadernado. Reinaba silencio completo en la estancia esclarecida a medias solamente. La luz del sol penetraba bastante amortiguada al través de las persianas y cortinas. Detrás de la puerta del gabinete vecino percibíase un rumor semejante al cuchicheo de los confesonarios.

Sobre el rojo de las butacas destacábanse en el patio las cabezas descubiertas o las torres de lazos, flores y tules, inmóviles, sin que las aproximara el cuchicheo ni el fastidio; en los palcos silencio absoluto; nada de tertulias y conversaciones a media voz; arriba, en el infierno de la filarmonía rabiosa, llamado irónicamente paraíso, el entusiasmo se escapaba prolongado y ruidoso, como un inmenso suspiro de satisfacción, cada vez que sonaba la voz de la tiple, dulce, poderosa y robusta. ¡Qué noche!

Rechinaban los canceles; había en el aire un cuchicheo tenue. En el coro daban señales de vida violines y flautas con quejidos y suspiros ahogados; se oía el ruido de las hojas del papel de música. Gruñó un violín. Cayeron dos golpes sobre una hojalata.... Silencio otra vez.... Comenzó el Stabat Mater.