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Actualizado: 16 de octubre de 2025


Kernok ya no estaba allí; se había precipitado en la cala, y miraba, con los ojos secos, los brazos cruzados, los puños convulsivamente apretados; porque, según la relación del grumete, la cabeza y una parte de la espalda de Melia, empotradas en el agujero producido por la bala, habían impedido al proyectil ir más lejos. ¡Pobre Melia! hasta la muerte había sido útil a su Kernok.

Aquella noche, mientras Mariskoff, en el fondo de las salas, jugaba con tres oficiales de la embajada su «whist» sacramental, y Camilloff, reclinado en el sofá, con los brazos cruzados, solemne como en una poltrona del Congreso de Viena, dormía con la boca abierta, ella se sentó al piano.

Como el yacht continuaba navegando en popa y no había que tocar la maniobra, Cornias iba a proa sentado al borde del tejadillo del tambucho, con los brazos cruzados sobre el pecho, la cabeza algo caída, pálido el color, y los ojos completamente en blanco; porque todo su mirar era entonces hacia adentro, donde le hervían las imágenes terribles de los recientes sucesos en que le había alcanzado tan importante papel.

Para esto hubo de adoptar postura violenta, haciendo almohada de sus brazos, cruzados sobre el respaldo, y al dormirse se le quedó colgando la cabeza, de lo que le sobrevino un tremendo tortícolis a la mañana siguiente. Al amanecer de Dios, vencida del cansancio Doña Paca, se quedó dormidita en un sillón. Hablaba en sueños, y su cuerpo se sacudía de rato en rato con estremecimientos nerviosos.

Vais ahora mismo a llevar la gran noticia a los compañeros. ¡Materne, mucho cuidado! Al menor movimiento no dejes de avisarme. Se acercaron todos a la casa, y Juan Claudio, al pasar, vio la tropa de reserva, y a Marcos Divès montado a caballo en medio de sus hombres. El contrabandista se quejaba amargamente de permanecer con los brazos cruzados.

Venid, que tengo muy sano El corazón, aunque enfermo El cuerpo, y que está brotando Sangre española, de aquellos Descendientes de Pelayo. Señor, no más: vuestra vista, Sin conoceros, da espanto. Loco he estado, ciego anduve. ¡Perdón, señor! Si obligaros Con llanto y con rendimiento Puedo, como á Dios, cruzados Tenéis mis brazos, mi acero A vuestros pies, y mis labios.

Con grande ansiedad incorporóse bruscamente, inclinando el cuerpo fuera del lecho para buscar la luz, y pudo distinguir entonces en todos sus detalles la empresa del sello: era la escuadra y el compás cruzados en forma de rombo y la rama de acacia, emblema de los masones. Una sospecha terrible, una idea aterradora con visos ya de evidencia cruzó al punto por su mente cual un pájaro siniestro.

De seguir su marcha, sin temor á intrigas de la corte bizantina que dejaban á sus espaldas, tal vez hubiesen repetido la hazaña de los cruzados, entrando en Palestina por el Norte. Pero el Imperio temía á los almogávares, y cuanto mayores eran sus victorias, más grande resultaba su miedo.

Se mantenía derecha e inmóvil en el ángulo de una ventana, los brazos cruzados, la cabeza inclinada, y casi no se daba cuenta de la curiosidad que su presencia comenzaba a excitar.

Unas se estiraban lo mismo que fieras perezosas, sin reparar en lo que dejaban al descubierto; otras apoyaban la mandíbula en las rodillas, mientras mantenían éstas entre sus brazos cruzados. El estaba en el suelo, sobre una gran bandeja de plata, en la que movía la lámpara de alcohol su penacho azul casi invisible. Julieta había hecho valientemente la presentación de la vieja á sus amigas.

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