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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Dos hilos de sangre negra manchaban su labio superior, y tenía la mano izquierda crispada contra el pecho. Como ya murió el célebre homeópata Dr. Idiáquez, puedo divulgar el secreto que me impuso bajo mi palabra. Hace precisamente diez años que principió la extraña dolencia que motivó mi visita a aquel facultativo, y cuya rápida curación fué el primer escalón de su fama.
Al decir esto, la miraba con extraña y terrible fijeza, apretando con mano crispada una rama de la planta que tenía a su lado. Ventura recibió aquella mirada sin pestañear, con sorpresa más que con susto. Vaciló un instante, moviendo un poco los labios para contestar. Por último soltó una gran carcajada. ¡Ave María, qué barbaridad! Seamos serios, Ventura replicó el joven.
Bajaron hasta la galería de la mina y allí cayeron. Plutón de pie, Demetria de espalda. Aquél quiso ayudarla á levantarse, pero ella se alzó bravamente en seguida y recogiendo precipitadamente la pequeña hoz que brillaba en el suelo porque la había dejado caer en su descenso, se alejó de él blandiendola con su mano crispada. Se hallaban casi en tinieblas.
Os daré... la traición que haré por vos á mis amigos. ¿Es decir?... Que sabréis cuanto piensan Olivares, Zúñiga, Sástago, Mendoza, cuantos están contra vos, y de los cuales seguiré fingiéndome amigo. Aceptado dijo Lerma, tendiendo la mano crispada á su hijo ; aceptado, señor duque de Uceda. Pero se me ocurre una cosa. ¿Qué? Conocen nuestros secretos dos hombres.
Pero aun en medio de aquella deslumbradora luminaria, de aquel incendio de cera que reverberaba en su rostro, veíasele palidecer y pasarse la crispada mano por la frente, como si buscara arrancarse, a pedazos, alguna visión. No faltaban, por cierto, razones a su dolencia. Los desengaños cortesanos fueron el comienzo de su desgracia.
La crispada y hostil actitud, que aún conservaba, suscitábale nuevos impulsos de odio contra su víctima. Cuando comenzó a serenarse, dijo en voz alta, sentándose en el sillón: ¡No he menester de él, ni de nadie! Pocos días para Avila más tristes que aquel lunes, 17 de febrero de 1592. La ciudad despertó en una expectativa siniestra.
Y apretaba con mano crispada el bastón y tiraba del estoque para cerciorarse de que estaba allí pronto a obedecerle. No se le ocurrió ni una vez acariciar el revólver. Necesitaba a toda costa ver la sangre de los traidores. Cuando llevaba la mitad del camino andado próximamente, sintió detrás de sí el galope de un caballo. Sin saber por qué, le dió un vuelco terrible el corazón.
Luego, su boca fría, violácea y duramente crispada hacia adentro, como si mordiese ya la acre ceniza de todas las glorias del mundo, dejó escapar, moviendo levemente los labios, una voz apenas perceptible: Si fueseis tan leal vasallo como el Conde asegura dijo bien pudisteis prevenirnos de la aleve traición que se tramaba a vuestra vista.
Palabra del Dia
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