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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Los hombres negros apenas contestaron, pero le fueron siguiendo largo rato con sus ojos, que tenían el brillo y la transparencia del agua sobre sus rostros tiznados. Seguramente los solitarios del monte sabían ya lo ocurrido la noche anterior en Can Mallorquí, y se asombraban viendo al señor de la torre marchar solo, como si desafiase a sus enemigos, creyéndose invulnerable.

Tiene una tendencia altamente moral y transcendental, cual es el premio al amante noble, desinteresado y constante, que, creyéndose inferior en méritos a la persona amada, oculta su amor y sólo aspira a la felicidad del ser querido.

En el fondo, tan en el fondo que ni él mismo se daba cuenta, Apolonio se sentía orgullosísimo, creyéndose en aquellos momentos un personaje trágico de verdad e imaginando inspirar a la duquesa fuerte interés patético. ¡Bah! Temí, al verte, que se trataba de algo grave. Siéntate. Aunque hay que resolver de prisa, para resolver de prisa hay que pensar despacio. Siéntate.

Poco conocedor de mismo, sin formarse por lo comun ideas bastante claras, ni de la cualidad ni del alcance de sus fuerzas, creyéndose á veces mas poderoso, á veces mas débil de lo que es en realidad, encuéntrase con mucha frecuencia dudoso, perplejo, sin saber ni adónde va, ni adónde ha de ir.

Sus breves días de ventura, cuando enamorada perdidamente de su esposo y creyéndose de él correspondida, habíase creído en posesión del falso objeto de la vida, que es la dicha, y se había olvidado del objeto verdadero, que es Dios, se le pusieron delante.

Pero el Prelado, creyéndose herido en su dignidad, cuando sólo podía estarlo en su amor propio, por aquel triunfo de los humildes cenobitas, negó temerariamente su obediencia al mandato pontificio, y ordenó á cierto religioso llamado fray Hernando que pasase á Yuste y se incautase de los bienes de los ermitaños, despidiéndolos además de sus celdas.

Corrió por una, dos, tres, diez calles, hasta que creyéndose bastante lejos, descansó, poniendo sobre sus rodillas el precioso objeto de su insensato amor. Vino la noche, y Pacorrito vió con placer las dulces sombras que envolvían el atrevido rapto, protegiendo sus honestos amores.

Una sensación de orgullo y de triunfo se mezclaba ahora con la alegría del primer instante. Pensó en su situación. Don Marcos había guardado silencio después del duelo, y él, influenciado por la soledad, se entregaba al desaliento, creyéndose objeto de las burlas de todos. Ahora veía claro. Alicia deseaba volver á él, sintiendo un nuevo interés por su persona.

Apoyaba su pecho en el de Fernando, ponía la cabeza en su hombro, indiferente a que alguien pudiese sorprenderlos, creyéndose sola con él en medio del Océano. Suspiraba lacrimosamente, como si la noche que venía pudiese traerle la desgracia... Ojeda se impacientó. Muy hermosa la puesta del sol, pero él no podía comprender tanta sensibilidad.

Entonces volvió a gritar desesperadamente a Graciana y, creyéndose orientado por un momento, atropelló en la dirección en que él creía que estaba el cuarto de la niña; pero, no bien había dado tres pasos, cuando recibió un terrible golpe en la frente que le hizo retroceder; había dado contra la puerta opuesta.

Palabra del Dia

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