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Actualizado: 29 de octubre de 2025


Ya esa es harina de otro costal. Si el amor es como el que tiene el padre Anselmo a su breviario, como el que tiene doña Inés a sus libros devotos o como el que tiene usted a las leyes o a los reglamentos que estudia, mi amor es evidente y yo quiero a usted como ustedes quieren esos libros. No menos que ustedes se deleitan en leerlos, me deleito yo en oír a usted cuando habla.

Mi cuerpo semeja un costal lleno de cantos, mis manos siguen tan mondas como siempre, y el cielo mudo y cerrado para . Cuanto a las imágenes de Nuestra Señora de las Vacas e de la Soterraña, a fuerza de mirallas e mirallas, tiemblan e oscilan, como entre el humo de un cirio; pero hablarme, eso nunca; ¡y qué negrura en la mente, qué sequedad, qué apretamiento acá en el corazón! ¡ah!...

En la Campada se recibió la misma historia, con nuevas ilustraciones, a las dos; y todos los Carreños cayeron sobre ella como una piara de cerdos sobre un costal de patatas: a dentellada limpia entre gruñidos de placer. Los Vélez, que lo supieron a las dos y media, lo tomaron en tono muy diferente.

Y ¿qué son ínsulas? ¿Es alguna cosa de comer, golosazo, comilón, que eres? -No es de comer -replicó Sancho-, sino de gobernar y regir mejor que cuatro ciudades y que cuatro alcaldes de corte. -Con todo eso -dijo el ama-, no entraréis acá, saco de maldades y costal de malicias. Id a gobernar vuestra casa y a labrar vuestros pegujares, y dejaos de pretender ínsulas ni ínsulos.

Hizo Sancho costal de su gabán, y, recogiendo todo lo que pudo y cupo en el talego, cargó su jumento, y luego acudió a las voces de su amo y ayudó a sacar al señor bachiller de la opresión de la mula; y, poniéndole encima della, le dio la hacha, y don Quijote le dijo que siguiese la derrota de sus compañeros, a quien de su parte pidiese perdón del agravio, que no había sido en su mano dejar de haberle hecho.

Eso quiere decir... dijo Rocchio resoplando como un ballenato. Lo que usted quiera, señor Rocchio. Y le dió el golpe de gracia, con esta preguntita intencionada: ¿No siente usted hoy olor a pólvora? A chamusquina contestó el otro, y juraría que soy yo el que arde, como costal de paja.

Antoñona tendría cuarenta años, y era dura en el trabajo, briosa y más forzuda que muchos cavadores. Con frecuencia levantaba poco menos que a pulso una corambre con tres arrobas y media de aceite o de vino y la plantaba sobre el lomo de un mulo, o bien cargaba con un costal de trigo y lo subía al alto desván, donde estaba el granero.

En el tiempo de este célebre español, todos los aparatos de un autor de comedias se encerraban en un costal, y se cifraban en cuatro pellicos blancos, guarnecidos de guadamecí dorado, y en cuatro barbas y cabelleras, y cuatro cayados, poco más ó menos. Las comedias eran unos coloquios, como églogas, entre dos ó tres pastores y alguna pastora.

Lo cierto era que su carne estaba tranquila, que sus gustos la llevaban a extravíos sensuales nada eróticos, y que al fin y al cabo, Bonis, lo que es como buen mozo era buen mozo, y estaba satisfecha de su físico.... Pero la mirada y la sonrisa del barítono, eran ya harina de otro costal.

La cocinilla no estaba desprovista de pucheros, cacerolas, botellas, ni tampoco de víveres. En el centro de la habitación, vio Benina un bulto negro, algo como un lío de ropa, o un costal abandonado. A la escasa luz que entraba después de cerrada la puerta, pudo observar que aquel bulto tenía vida. Por el tacto, más que por la vista, comprendió que era una persona.

Palabra del Dia

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