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Actualizado: 10 de junio de 2025
Yo me atengo al refrán que dice ó corte ó cortijo; y ya que me fugo de París y de Madrid, no quiero ciudad de provincia, sino aldea. En la gran casa de los Mendoza bermejinos voy á estar como garbanzo en olla; pero se llenarán algunos cuartos con la multitud de libros que voy á llevar. Vamos á tener una vida envidiable; y digo vamos, porque supongo y espero que V. me hará compañía á menudo.
Volvió otra vez el criado de gesto imponente a recibir al torero en la cancela, para decirle que la señora había salido, cuando él sabía ciertamente que estaba en casa. Gallardo la habló una tarde de una breve excursión que debía hacer a su cortijo de La Rinconada. Necesitaba ver unos olivares que su apoderado había comprado durante su ausencia, uniéndolos a la finca.
E intentaba sortear el obstáculo que le oponía el aperador, cerrándole el paso en la puerta. El viejo Zarandilla intervino. Aún quedan horas para dormir, don Fernando. Luego irá su mercé a la gañanía, si ese es su gusto. Pero ahora añadió, dirigiéndose a Rafael enséñale al señó algo del cortijo, la cuadra de los caballos, que es cosa de ver.
Esta carne, cuya crianza vigilaban, era para gentes desconocidas: ellos sólo la comían cuando caía alguna res, víctima de enfermedades hediondas que no permitían su conducción fraudulenta a las ciudades. El pan del cortijo que se endurecía días y días en el chozón, algún puñado de garbanzos o habichuelas y el aceite rancio del país, eran todo su alimento.
En la parte que a las dos personas allí presentes interesaba, disponía Rafael lo siguiente: a Obdulia y a Antoñito, hijos de su primo Antonio Zapata, les dejaba el cortijo de Almoraima, pero sólo en usufructo. Los testamentarios les entregarían el producto de aquella finca, que dividida en dos mitades pasaría a los herederos del Antonio y de la Obdulia, al fallecimiento de estos.
Pero Rafael protestaba. ¡El gran amigo de su padrino, el que había sido jefe de su padre!... ¿Cómo podía pasar por la puerta de su casa sin entrar en ella?... Y casi a viva fuerza lo metió en el cortijo, mientras Manolo seguía adelante. Anda, que hoy tendrás buen despacho le dijo Zarandilla. Los mozos se pirran por tus papeles y tendrán en qué entretenerse mientras llueva.
Por poco me pone en revolución toda la gañanía. «Que si esto va mal; que si los pobres necesitan vivir», y ecétera. No, esto no está muy bien arreglao que digamos, pero lo que importa en el mundo es quererse y tener ganas de trabajar. Cuando nos najemos al cortijo no tendremos más que las tres pesetas, el pan y lo que caiga. El oficio de aperador no da pa mucho.
La señora Angustias amaba la existencia campestre, después de una vida transcurrida en la miseria de los tugurios urbanos. Carmen también gustaba de la vida del campo. Su carácter de mujer hacendosa la impulsaba a ver de cerca los trabajos del cortijo, gozando las dulzuras de la posesión al apreciar sus extensas propiedades.
Los altos vástagos de las piteras, únicas líneas verticales que rompían la monotonía de los campos, se inclinaron unos tras otros, como si fuesen a romperse, y a continuación una ráfaga fría e impetuosa chocó contra el cortijo.
Antonio su cuñado, que se había establecido por una temporada en el cortijo con aires de dictador, queriendo ponerlo todo en orden, sólo había servido para embrollar la marcha de los trabajos y provocar la ira de los jornaleros. Gracias que Gallardo contaba con el ingreso seguro de las corridas, riqueza inagotable que reparaba con exceso sus despilfarros y torpezas.
Palabra del Dia
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