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Actualizado: 10 de junio de 2025
8 Y muchos tendían sus vestidos por el camino, y otros cortaban hojas de los árboles, y las tendían por el camino. 9 Y los que iban delante, y los que iban detrás, daban voces diciendo: ¡Hosanna! Bendito el que viene en el Nombre del Señor. 10 Bendito el Reino que viene en el Nombre del Señor de nuestro padre David: ¡Hosanna en las alturas!
Confórmate, hija mía, que él está entre santos y descansando de este mundo ingrato. No te des a la pena, que eso es ofender a quien todo lo puede. Y todas iban despidiéndose con idéntica retahila. Cuando la familia regresaba de dar el pésame, por supuesto que ponía sobre el tapete a la viuda y a la concurrencia, y cortaban las muchachas, con la tijera que Dios les dió, unos sayos primorosos.
Y sucedió que de repente, en una noche de mucho calor, salió de la tierra, delante de las seis ventanas, un roble enorme con ramas tan gruesas y tanto follaje que dejó a oscuras el palacio del rey. Era un árbol encantado, y no había hacha que pudiera echarlo a tierra, porque se le mellaba el filo en lo duro del tronco, y por cada rama que le cortaban salían dos.
De pronto, el cielo pareció escuchar aquella demanda, ciertamente justa, porque dos velas aparecieron a lo lejos; las dos cortaban el viento corriendo la una cerca de la otra, de modo que la embarcación del gitano debía encontrarse encerrada entre las dos o bien arrojarse a la costa; ¡y cuál no fue la alegría pública cuando reconocieron a dos escampavías del Gobierno que izaron el pabellón español, asegurándole con un cañonazo!
En el cortijo y en el campo, contaba a todos el origen de la enfermedad. ¡La mardita groma del señorito!... La pobresita siempre ha sido poca cosa, siempre malucha, y el susto del novillo la ha acabao de matar. ¡Premita Dios!... Y el respeto al rico, la sumisión tradicional al amo, cortaban en sus labios la gitana maldición.
El Manitas, trémulo aún por los recientes peligros, se vio rodeado, empujado, levantado en alto por la ruidosa pillería, y así marchó llevado en triunfo desde la plaza a las Ventas, por el final de la calle de Alcalá, seguido de las miradas curiosas de la gente de los tranvías que cortaban irrespetuosamente la gloriosa manifestación.
Tenía por mundo aquellas cuatro paredes, de un triste blanco de hueso, cuyas grietas y desconchaduras se sabía de memoria; su sol era el alto ventanillo cruzado por hierros que cortaban la azul mancha del cielo; y del suelo de ocho pasos apenas si era suya la mitad, por culpa de aquella cadena escandalosa y chillona, cuya argolla, incrustándosele en el tobillo, había llegado casi a amalgamarse con su carne.
Los obscuros conos del alerce cortaban este océano de luz, en el cual se prolongaban sus sombras. Deshojábanse los plátanos y castaños de Indias, y de cuando en cuando caía, con golpe seco y mate, algún erizo, que, abriéndose, dejaba rodar la reluciente castaña.
Como los perdedores a la ruleta, en Mar del Plata, que atribuían su mala suerte a los "patos" o mirones de atrás, si la leche o la crema se cortaban era porque habían sido miradas por una persona de mal ojo; si un árbol se secaba, era porque había sido tocado por una persona de mala sangre; capturar víboras o arañas vivas era cosa de brujería, etc., etc.
Con ese cuero robao el arreglaba el pastel, y allí entre el pulpero y él, se estendía el certificao. 737 La echaba de comedido; en las transquilas, lo viera, se ponía como una fiera si cortaban una oveja; pero de alzarse no deja un vellón o unas tijeras.
Palabra del Dia
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