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El doctor, que fue el primero que me dio noticias del enfermo, se encerró en la más absoluta reserva como cumple a los hombres de su profesión. Sólo pude saber que la vida de Oliverio ya no corría peligro, que se había ausentado, que su convalecencia sería larga y exigiría su permanencia en país de clima cálido.

El Padre se acababa de decidir a escribir sobre otro, que singularmente le importaba, que le preocupaba hacía tiempo, que pesaba sobre él, y del que era menester desahogarse. Por esto la pluma corría. El padre estaba fijando en el papel lo más recóndito de su alma.

El sud-oeste, viento que corria Con una fuerza grande desmedida, Los árboles y piedras conmovia Por la gente andaba dolorida: Porque tanto ruido levantaba El viento, que al infierno figuraba.

Silbaban los insectos nocturnos en lo más escondido de los follajes; los floripondios, mecidos por el viento, columpiaban pesadamente sus campanas de raso; el «huele de noche» no tenía aromas, y el agua corría silenciosa por el sumidero del pilón. De pronto arreció el viento, me estremecí de frío, y cerré los ojos. No cuánto tiempo estuve así, adormecido, abrumado de pesar.

Saqué la cabeza por la portezuela: descendíamos entre dos pendientes elevadas, una cuesta enteramente empinada, concepción de un ingeniero demasiado partidario de la línea recta, y medio deslizándonos, medio rodando, no tardamos en llegar á un estrecho valle de aspecto siniestro, en cuyo fondo un miserable arroyo corría penosamente y sin ruido, entre espesos cañaverales; sobre sus orillas derrumbadas se veían algunos troncos cubiertos de musgo.

Mientras tanto, contaba los días hasta la llegada de una carta de Roberto, y corría de acá para allá, con las mejillas encendidas, cuando, al fin, la llevaba sobre mi corazón. Esas cartas se me habían hecho tan necesarias, que me era difícil concebir cómo había podido vivir antes sin ellas.

Basta por hoy, Juanito, basta por hoy, dijo el anciano, cogiendo un pañuelo y limpiando el sudor que corría con abundancia por la frente de su nieto. No estoy cansado, contestó Juanito, si Vd. quiere, podemos continuar hasta que Polonia nos llame para comer. Polonia era el ama de gobierno y había sido nodriza de Juanito. El marido de Polonia ejercía en la casa las funciones de mayordomo.

Pero á lo lejos sonaban voces y llamamientos: la noticia se transmitía á grito pelado de un campo á otro campo, y un estremecimiento de alarma, de extrañeza, de indignación, corría por toda la vega, como si no hubiesen transcurrido los siglos y circulara el aviso de que en la playa acababa de aparecer una galera argelina buscando cargamento de carne blanca.

Un instante después, mientras el carruaje corría camino de Madrid, no pudo contener la risa pensando: «Pobrecito niño... ¡jurar en falso! ¡Válgame María Santísima!... aunque no es mío, no quisiera que le sucediese cosa mala. ¡Angelito de su madre

Mientras Emilia corría veloz al socorro de su padre, que parecía como a dos dedos de la muerte, Augusto hizo un rapidísimo reconocimiento de la habitación, buscando a Isidora. ¡No estaba! «¡Se ha ido, se ha idoexclamó poniéndose de rodillas junto al pobre viejo para prestarle algún auxilio.