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La cama era colgada y bordada y con flecos de oro cubriendo un paño que servía de cubierta á las almohadas con cinco varas de tafetán verde orlado de puntilla de oro fino, sin que faltase el indispensable vaso de noche, encerrado en una caja revestida por fuera de cordobán, con cordón de hiladillo verde orlado de puntilla de oro fino, y por dentro de bayeta colorada «con la frisaduraPagáronse á un maestro guadamecilero 176 reales por dos sobremesas grandes para la mesa del Embajador, y dos chicas para dos bufetes; y se compró por 68 mrs. una baraja de naipes para su entretenimiento.

Quédense en esta caballeriza las alas de la hormiga, que me levantaron en el aire para que me comiesen vencejos y otros pájaros, y volvámonos a andar por el suelo con pie llano, que, si no le adornaren zapatos picados de cordobán, no le faltarán alpargatas toscas de cuerda.

Rostro acuchillado con varios chirlos y jirones tan bien avenidos y colocados de trecho en trecho, que más parecían nacidos en aquella cara que efectos de encuentros desgraciados; mirar bizco, como de quien mira y no mira; barbas independientes, crecidas y que daban claros indicios de no tener con las navajas todo aquel trato y familiaridad que exige el aseo; ruin sombrero con oficios de quitaguas; capa de éstas que no tapan lo que llevan debajo, con muchas cenefas de barro de Madrid; botas o zapatos, que esto no se conocía, con más lodo que cordobán; uñas de escribano, y una pierna de dos que tenía, en vez de sustentar la carga del cuerpo, le servía a éste de carga, y era de él sustentada, por donde del tal corredor se podía decir exactamente aquello de que Tripas llevan pies; metal de voz, además, que a todos los ruidos desapacibles se asemejaba, y aire, en fin, misterioso y escudriñador.

Sin gritos ni blasfemias como los demás, me da unos pellizquitos de monja que me deja el cuerpo negro como el cordobán... Y el angelito mientras tanto sonríe y me pregunta con mimo: «¿Qué tienes, hija mía? ¿Te he hecho daño?» ¡Maldita sea su estampa!... Como cuáles son los sagrarios que recorre, muchas veces mando á un chico á buscarlo. ¿Crees que se viene para casa ó que se enfada? ¡Na!

Calzaban botas indescifrables, pues no se podía decir a ciencia cierta dónde acababa la piel y empezaba el cordobán. Estaban galoneados de lodo desde la cabeza a los pies. Si la basura fuera una condecoración, los nombres de aquellos caballeritos se cogerían toda la Guía de forasteros.

Anduvo el tiempo, vendióse el vino, y al limpiar de la cuba hallaron en ella una llave pequeña, pendiente de una correa de cordobánPorque vea vuestra merced si quien viene desta ralea podrá dar su parecer en semejantes causas.

Hícelo y compré con lo que me dieron un coleto de cordobán viejo y un jubonazo de estopa famoso, mi gabán de pobre, remendado y largo, mis polainas y zapatos grandes, la capilla del gabán en la cabeza, un Cristo de bronce traía colgando del cuello, y un rosario. Impúsome en la voz y frases doloridas de pedir un pobre que entendía de la arte mucho, y así comencé luego a ejercitarlo por las calles.

El uno lo probó con la punta de la lengua, el otro no hizo más de llegarlo a las narices. El primero dijo que aquel vino sabía a hierro, el segundo dijo que más sabía a cordobán. El dueño dijo que la cuba estaba limpia, y que el tal vino no tenía adobo alguno por donde hubiese tomado sabor de hierro ni de cordobán. Con todo eso, los dos famosos mojones se afirmaron en lo que habían dicho.

El joven mayorazgo estaba vestido del modo siguiente: una ancha faja de seda color de amaranto le ceñía el cuerpo; sus calzones de ante se ataban bajo la rodilla, y sobre las medias de seda llevaba gruesas botas de cordobán con espuelas de plata.