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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Después, desde la casa de la Condesa a la de don Braulio había pocos pasos que andar. Allanadas así las dificultades, hubiera sido una grosería no aceptar el convite. Don Braulio aceptó, pues, y en compañía de su mujer y de Inesita, los cuatro en el mismo landó abierto, fué aquella noche a la tertulia íntima y diaria de la Condesa de San Teódulo.

La viuda anunció al cabo en voz alta que se iba. ¿Adonde va usted, Pepa, en este momento? le preguntó el banquero. A casa de Lhardy a encargar unas mortadelas. La acompaño a usted. Vamos; le convidaré a tomar unos pastelitos. Al duque le hizo mucha gracia el convite. ¿Vienes, chiquita? le dijo a su hija. Clementina aún pensaba quedarse un rato.

En el mismo día del convite de la boda, penetró un page en el aposento de Isabel y la dijo: que al viejo Marcilla acababan de darle noticia de que su hijo venía muy rico y con salud, por lo que todos estaban llenos de regocijo. Con efecto, en aquel mismo día entró Marcilla en Teruel, y en la casa de sus padres le refirieron que Isabel se había casado con Azagra, hermano del Señor de Albarracin.

El uno se lo dio en el Casino; el otro, al salir de misa mayor al día siguiente, que era de fiesta, es decir, el día mismo del convite.

Hubo fiesta, convite, amigos, parientes, enhorabuenas, besos y abrazos, hasta lágrimas, y al caer la tarde, la recién casada se mudó de vestido para emprender el inexcusable viaje de novios.

Asistieron al convite el médico, el escribano y el señor vicario, grande amigo de la casa y padre espiritual de Pepita. El señor vicario debe de tener un alto concepto de ella, porque varias veces me habló aparte de su caridad, de las muchas limosnas que hacía, de lo compasiva y buena que era para todo el mundo; en suma, me dijo que era una santa.

Como ya el sol declinaba, después de haberle enseñado un lagar, que acababa de construir para la sidra, D. Restituto llevó de nuevo a su penitente a casa y le convidó a chocolate. Pero el excusador no se sentía aún bien. Además tenía prisa. Rehusó todo convite y emprendió el camino de Peñascosa. El cura le acompañó un buen trecho.

El convite tiene un carácter especial; se trata de una reunión de caza a que debe asistir un personaje de sangre real que se ha dignado designarme entre las personas que desearía lo acompañaran; me propongo, pues, partir mañana. ¡Es lo mejor! asintió, la señora de Aymaret.

Desgraciadamente para , el señor de X., que debía divertirnos tanto, gran conocedor de convites, había tenido la habilidad de ponerse malo aquella mañana; el famoso T. se hallaba oportunamente comprometido para otro convite; y la señorita que tan bien había de cantar y tocar, estaba ronca, en tal disposición, que se asombraba ella misma de que se le entendiera una sola palabra, y tenía un panadizo en un dedo. ¡Cuántas esperanzas desvanecidas!

Hallábase santo Tomas de Aquino en la mesa del rey de Francia; y como no debia de ser mal criado y descortes, no es regular que escogiese aquel puesto para entregarse á meditaciones profundas. Pero ántes de la hora del convite estaria en la celda ocupado en sus ordinarias tareas, aguzando las armas de la razon para combatir á los enemigos de la Iglesia.

Palabra del Dia

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