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Actualizado: 9 de octubre de 2025


2 Y también el segundo día dijo el rey a Ester en el convite del vino: ¿Cuál es tu petición, reina Ester, y se te concederá? ¿Cuál es tu demanda? Aunque sea la mitad del reino, te será concedida. 3 Entonces la reina Ester respondió y dijo: Oh rey, si he hallado gracia en tus ojos, y si al rey place, séame dada mi vida por mi petición, y mi pueblo por mi demanda.

Afortunadamente profirió estos tremendos vaticinios a tiempo que la mayor parte de los párrocos se hallaban enzarzados en la discusión teológica, indispensable complemento de todo convite patronal.

Y por ahora no os quiero decir más, sino que subáis a las ancas deste mi caballo hasta la venta, y allí cenaréis conmigo, y por la mañana seguiréis el camino, que os le Dios tan bueno como vuestros deseos merecen. El paje no aceptó el convite de las ancas, aunque el de cenar con él en la venta; y, a esta sazón, dicen que dijo Sancho entre : ¡Válate Dios por señor!

Tanta lástima haya Dios de como yo había del, porque sentí lo que sentía, y muchas veces había por ello pasado y pasaba cada día. Pensaba si sería bien comedirme a convidalle; mas, por me haber dicho que había comido, temíame no aceptaría el convite.

Estamos en el caso del que teniendo apetito desprecia un sabroso almuerzo con la esperanza de un suntuoso convite incierto, que se verificará o no se verificará más tarde. Substituyamos sabiamente a la esperanza de mañana el recuerdo de ayer, y veamos si tenemos razón en decir a propósito de todo: ¡Cosas de este país!

Interrumpió ella su contemplación del panorama al sentir los labios de Ferragut que intentaban acariciar su cuello. ¡Quieto, capitán!... Ya sabe usted lo que hemos convenido. Recuerde que he aceptado su convite con la condición de que me dejará en paz. Permitió que el beso se pasease por su mejilla, llegando hasta su boca. Esta caricia estaba ya aceptada: tenía la fuerza de la costumbre.

Cuando terminó el convite y se pensó en dormir, reapareció Sabel armada de un velón de aceite, de tres mecheros, con el cual fue alumbrando por la ancha escalera de piedra que conducía al piso alto, y ascendía a la torre en rápido caracol.

Brillaron hostilmente sus ojos, no sabiendo Isidro ciertamente si este furor era por su insolente amenaza o por el convite propuesto. «Buenos díasLa culpa era de él, que hablaba con locos. Y le volvió la espalda, alejándose. Maltrana se dejó caer en un sillón. Sentíase cansado: este «querido amigo» sólo era generoso para caminar.

Y sin embargo, amas la buena mesa dijo el príncipe. Las lamentaciones de Castro tomaron una gravedad cómica. Con la guerra se habían olvidado las buenas costumbres. Un convite sólo servía para engañar el hambre. Hace muchos meses, tal vez años, que no he comido como hoy, y eso que me he sentado á las mesas de todos los grandes hoteles de la Costa Azul.

Después tendría un nieto, un niño a quien criar desde el principio y a quien amaría, como no amaba a Carlos. Inútil es decir que todos fuimos al convite.

Palabra del Dia

reclinándose

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