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Actualizado: 20 de mayo de 2025
De las dos viajeras del hotel, una se había marchado por la estación; la otra, la monja, había partido en un coche hacia Laguardia. Martín y Bautista supusieron si las dos estarían refugiadas en Laguardia. Sin duda la monja recuperó su ascendiente sobre Catalina en vista de la falta de Martín y la convenció de que volviera con ella al convento.
Dudó largo rato, como si no pudiese creer en la remota semejanza de aquella cara pálida y descarnada con otra que existía en su memoria; pero al fin se convenció de la identidad con dolorosa sorpresa. ¡Gabriel...!, ¡hermano mío! Pero ¿eres tú? Y su rostro rígido de servidor del templo, que parecía haber tomado la inmovilidad de las pilastras y las estatuas, se animó con una sonrisa cariñosa.
Le convenció ella dándole todo lo que quiso o lo que había, y el angelito se quedó dormido en su cuna de mimbres. «Mira dijo a Encarnación su ama ; yo voy a salir. No estaré fuera sino poco tiempo, porque tomaré un coche, y haré la diligencia en media hora.
Durante cinco años fué imposible al Inca vencer al rebelde vasallo, que se mantuvo en armas en las fortalezas de Ollantaytambo, cuyas ruinas son hoy la admiración del viajero. Pero Rumiñahui, otro de los generales de Pachacutec, en secreta entrevista con su rey, lo convenció de que, más que a la fuerza, era preciso recurrir a la maña y a la traición para sujetar a Ollantay.
El mozo la oyó con rostro entre abatido y atónito; y así que se convenció de que se le condenaba al ostracismo, salió de la estancia a paso redoblado. La tullida se inclinó hacia su hija cuanto pudo para decirle: Mira que le debemos cuartos. Se los restregaré por la cara respondió Amparo con magnífico desdén.
Estaba segura de que su padre cedería si Romadonga sabía hablarle con diplomacia. Dio un salto el viejo elegante cuando Concha le propuso una entrevista con el sillero. Sin embargo, le convenció de que su padre era un bendito y, no estando borracho, incapaz de entregarse a ninguna violencia de palabra y mucho menos de obra.
Muy pronto el bufón del rey se convenció de que su papel estaba reducido, en la aventura que corría, al de un simple testigo. Seis hombres, á la larga separados y con gran recato, seguían al cocinero mayor, á los dos hombres que conducían el pesado bulto, y á los dos soldados de la guardia española que le escoltaban.
Había creído que le echaban aquel hombre para explorarle, y le había tratado con la mayor reserva. Pero muy pronto se convenció de que el cocinero obraba de buena fe, que estaba desesperado, que tenía miedo. Comprendió, además, que siendo como era avaro y de una manera exagerada Montiño, no había que pensar en imponerle reparaciones respecto á su dinero.
Pero aquella noche que fue como la de una batalla a obscuras, terrible, le convenció de la inocencia del párroco y de la virtud de Paula. Aquello no se fingía; mucho sabía el artillero de las trampas del mundo, de las doncellas falsas, pero él se fue a su casa al alba persuadido de que había vencido, bien o mal, una honra verdadera. Y volvió a su proyecto de casarse con el ama del cura.
Dos palabritas na más. Tú me quieres y yo te quiero. ¿Pa qué pasarnos el resto de la vida rabiando, como unos infelices?... Hasta hace poco, era tan bruto que al verte me hubieran dao tentaciones de matarte. Pero he hablado con don Fernando y me ha convencío con su sabiduría. Esto se acabó. Y lo afirmaba con un gesto de energía.
Palabra del Dia
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