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Actualizado: 20 de junio de 2025
Le tomó los papeles, y cuando sus dedos rosados tocaron los suyos, sintió un cosquilleo en el corazón, en la espalda y en las piernas, que, francamente, le hizo pasar un mal rato. Ella, ruborosa, le miraba con sus ojos brillantes e incomparables. Revisó los papeles a la ligera y se convenció de que no le daban luz alguna en la cuestión.
Seguía llorando; el joven esperaba que las lágrimas la librasen del dolor que le oprimía los pulmones y le atravesaba la frente como si fuese un clavo enrojecido. Pronto se convenció de que la crisis iba en aumento. Feli, tendida en la cama, ya no movía su cabeza de un lado a otro con penoso vaivén.
¿Y vuestros hijos...? ¡Les dirán que sus padres fueron ladrones! Pero serán ricos en otro país. Al fin, su historia no resultará peor que la de los hijos de otros ricos. Gabriel se convenció de la resolución feroz que animaba a aquellos hombres. Sus esfuerzos para detenerles eran inútiles. Mariano le empujaba al ver que se interponía entre él y el altar mayor.
Desde que dejó de pensar en su hijo; en cuanto se convenció de que no le servía para representar dignamente el papel de príncipe heredero de su augusta dinastía, se enamoró de los papelones de político; y mientras esa farsa le preocupe, no se le dará un rábano ya porque, con el hijo espirante, se os lleven los demonios en una noche a ti y a tu madre..., sobre todo, si me llevan a mí también.
Yo intenté convencer a mi madre de que Mary no tenía edad para reflexionar; si había ido a pescar calamares con la hija del torrero, probablemente no sería por capricho, sino más bien por necesidad. Mi madre no se convenció, y me dió a entender que, si la chica se quedaba huérfana, no estaba dispuesta a recogerla. ¿Aunque se pruebe que es tu sobrina? Si se prueba eso, la llevaremos a un colegio.
Pronto se convenció de que era sangre. ¡Sangre! ¡La cosa en el mundo a que ella tenía más terror! Dominada aún por el susto, no se quejó. Levantó la falda de su vestidito y se secó, o por mejor decir, se lavó la cara, porque el vestido estaba mojado. Pero lo que más sentía, lo que le dolía de un modo horrible eran las manos. No sabiendo qué hacer para aliviarse, comenzó a soplarlas.
Lo que no veo tan claro es que para ser honrada sea preciso no comer... ¿Acaso piensa usted trabajar? ¿En qué?... Al menos, con esos cuatro mil reales tiene tiempo de pensarlo y vivir algunos meses. Con que a guardar los monises, y no se hable más del asunto. No se convenció Fortunata, que era algo terca; pero aplazó la devolución de los billetes para el día siguiente.
Aquel mismo dia vió que la opulencia de estos, que tanto le habia repugnado, producia á veces mucho fruto, porque habiendo necesitado dinero el soberano, halló en una hora por su medio lo que por las vias ordinarias no hubiera en seis meses encontrado; y se convenció de que estas pardas nubes, alimentadas con el rocío de la tierra, le restituían en lluvias lo que de ellas recibian: aparte de que los hijos de estos hombres nuevos, por lo comun mas bien educados que los de las mas antiguas familias, valian mucho mas que estos; porque tener por padre un buen calculador no quita que sea uno juez recto, valiente soldado, ó hábil estadista.
Alimentar ese nuevo amor no era, por lo tanto, posible, sin renunciar a las atenuaciones que, en la ambigüedad de su estado, la substraían a la condena o la permitían por lo menos, abrigar la esperanza de que podría evitar su rigor. «Esta idea me convenció: que para las almas, fuertes no se necesita que la ley esté escrita en un libro: basta comprenderla.» ¿Era posible que hubiera olvidado sus propias palabras, el sentimiento que se las había dictado?
El milagro de Bolsena, que convenció á un clérigo incrédulo de la presencia real de Cristo en el Sacramento del altar, haciéndole ver las gotas de sangre que destilaba la Hostia, obligó al Papa Urbano IV en 1264 á instituir la fiesta del Corpus.
Palabra del Dia
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