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Actualizado: 16 de junio de 2025
Encargándome yo mismo de costear el edificio. Esta ley no podía ser negada por el Municipio: aceptó el contrato tan ventajoso para él y que yo le propuse, y fueron a su tiempo firmadas las concesiones sin dificultad alguna.
Da Andrés. Un paréntesis, ya que de tresillo he hablado. Es el juego favorito de Bogotá; pero, a diferencia del Perú, sólo lo juegan los hombres. En los tiempos de opulencia, durante la estación de baños en Chorrillos, se ha llegado a jugar hasta... a chino la ficha. El contrato de un chino, por tres o cuatro años, importaba 300 ó 400 pesos fuertes.
Después de lo cual, joven me dijo le deseo una buena noche, mientras yo voy á ocuparme en despejar el terreno delicado de las convenciones preliminares, á fin de que el carro interesante del matrimonio llegue á su término sin inconvenientes. Hoy á la una del día se reunirán en el salón con el aparato y concurso acostumbrados, para proceder á la firma del contrato.
La única parte del contrato a que Rosalía puso reparo fue la referente al plazo de un mes, que le parecía demasiado corto; pero Torquemada aseguró que no le era posible alargarlo. «A principios de Setiembre tenía que... dar una fianza en la Diputación... Provincial, porque se presentaba a la subasta de la... carne para los Hospitales.
Pero aquello de que el amor impone el amor es una mentira. Y tampoco quiero yo que me ame y me respete para cumplir una obligación: en virtud de un contrato. »Veo, pues, que voy perdiéndolo todo en el alma, de Beatriz, y no le doy a conocer que lo veo. Percibo claramente el abismo en que voy a caer, y sigo caminando hacia él, sin que me sea posible torcer por otro camino o cegar el abismo.
Dicho esto, arrancó el contrato de las manos de su hermana, lo alargó a Fernando, el que lo hizo pedazos y los arrojó sobre el tapiz. Juanita contempló a los jóvenes con una dulce sonrisa, tendió hacia ellos sus manos, y dijo al notario con acento melodioso: Señor Perico, tenga usted la bondad de rehacer el contrato como estaba, y tráigamelo mañana... Ahora, déjenos: quiero estar sola con ellos.
De pronto, presentose en la puerta del salón, como no atreviéndose a entrar, un hombre vestido con una ropilla negra. Este hombre era el señor Manuel Perico, notario real de la ciudad de Granada, y apoderado del duque de Carvajal. Llevaba a la condesa de Pópoli el contrato de matrimonio. Isabel se estremeció.
Le expliqué la naturaleza de esta gratificación. Me la hizo repetir. ¿Y es esta la costumbre? agregó. Sí, señora, toda vez que se consiente en un nuevo contrato. Pero ha habido en treinta años, según creo, más de diez contratos renovados... ¿Cómo es que no hemos oído hablar jamás de semejante cosa? No sabré decírselo, señora.
Porque, cuando las Cortes celebraron el penúltimo contrato, sabian que dicho Igurey estaba al norte del Salto grande del Paraná, y que era muy caudaloso: cuyas circunstancias anotaron en las instrucciones á los respectivos comisarios, para que lo conociesen; como la de que sus cabeceras estaban próximas á las del rio Corrientes, para cuyo conocimiento tambien les dieron señales por escrito.
Mi querido notario le dijo éste, arrastrándole hasta un rincón, el carnaval permite indudablemente muchas cosas; pero recordad quien sois, y cambiad de tono si os place. Pero, cheñor marquech... ¡Otra vez!... Ya veis que soy paciente, pero os ruego no abuséis. Excusaos ante la marquesa, leednos el contrato de boda, y buenas noches.
Palabra del Dia
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