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La sombra de la duda se alzó en como un espectro; y creí oirla echándome en cara la facilidad con que sucumbia al recuerdo de mis antiguas creencias. Continué el viaje siendo presa de la misma inquietud, sumergido por completo en la melancolía.

¡Todos! ¿me entiende usted, don Fernando? Todos a la vez, gritando: «No queremos más engaños; no os serviremos para que esto continúe». Y don Fernando aprobaba con movimientos de cabeza. , todos al mismo tiempo; así había de ser: todos, despojándose de la piel de la bestialidad resignada, única vestidura que la tradición cuidaba de mantener sobre sus hombros.

Así se corre... Continuó paseándose, me despedí después, y al día siguiente fuí preso, y he permanecido hasta el día que llegó la noticia de la victoria de Yungay, en que, con doscientos más, fuí puesto en libertadEl mayor Muslera murió también combatiendo contra Rosas, lo que no ha estorbado que se continúe hasta el día de hoy diciendo lo mismo que había oído aquél.

Yo, en tanto, continué, rutinario y triste poniendo diariamente mi hermosa letra cursiva al servicio del Estado, y admirando, los domingos, la pericia con que la espléndida doña Augusta limpiaba la caspa al teniente Conceiro. Era cosa evidente para que aquella noche, dormido, leyendo sobre el infolio, había soñado con una «Tentación de la Montaña» bajo formas familiares.

Sentí otra vez un dolor en el corazón, como si mi conducta hacia mi hermana fuera falsa y cruel. Y continué devanándome los sesos hasta que vi claramente que sólo las cartas eran culpables. «¿No es por su bien por lo que escribo y por lo que guardo silenciome pregunté. Pero mi conciencia no se dejó seducir. No.

Ha de exhortarse á Tirso seriamente que continúe siempre escribiendo, y convencerlo de que, si bien un libelo ó pasquín puede adornar una esquina, no aumenta la merecida fama de un hombre tan ilustrado, tan ingenioso y de tanto talento.

»¡Ignora usted, pues continué, que le estimo tanto como Teobaldo, que le amo tanto como él!... ¡ah! ¡mil veces más!... La proximidad de la muerte, la vista del cadalso no me hicieron palidecer; ¡y cree usted que un secreto del que depende su suerte no me podrá ser confiado! ¡Teobaldo lo guarda por amor a su Dios!

¡Oh, eso está por ver! repuse con arrogancia. Vamos, parece que hoy está Vuestra Majestad de mal humor. ¿Cómo van los amores? ¡Silencio! exclamé. Me contempló por un momento y encendió su pipa. Tenía razón al decir que estaba yo de un humor insufrible, y continué furioso: Me siguen por todas partes media docena de espías. Ya lo ; yo se lo tengo mandado contestó muy tranquilo.

Luego que amaneció continué mi camino por el Rio Segundo, que solo distaba 5 leguas: este dia fué cruel de viento, frio y nieve, por cuyo motivo no pude llegar á él hasta las once y media: el camino y demas es como el dia antecedente.

Rico al fin con todas sus obras impresas y muchas manuscritas, y con un vivo recuerdo de su cortesía, regresé á Italia, excitando la envidia en cuantos me oían decir que yo había tratado al gran Lope de Vega. Después continué con él en correspondencia, hasta que supe su paso á mejor vida.