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Mi ambición y todos los planes de mi vida están cifrados en cuidar de mi caudal y en hacerlo mayor en este pueblo, donde quiero que vivan también mis hijos, si Dios me los concede. Por esto pongo un plazo a la contestación que deseo, y suplico a usted que no me la precipitada.

Si mi familia se empeña en tratarme como a un chiquillo, yo le probaré a mi familia que soy hombre». Pero se quedó helado al suponer la contestación de su tía, que seguramente sería esta: «¿Qué habías de ser hombre, qué habías de ser...?». Cuando el buen chico se levantó al día siguiente, que era domingo, ya doña Lupe había vuelto de misa.

Esta dificultad merece una contestacion bien meditada; porque á primera vista parece tan concluyente, que no se concibe la posibilidad de una solucion satisfactoria. La proposicion de que la diferencia entre lo finito y lo infinito no puede ser finita, no es de todo punto exacta, y da lugar á diversas consideraciones.

Fish cometió al dirigir la nota un atentado contra la soberanía, la autonomía y el decoro de España, cuyo ministro, si su gobierno no hubiera sido tan débil y le hubiera prestado apoyo, lo menos que hubiera debido hacer es devolver la nota sin contestación, dándola por no recibida, como alguna otra nota, menos insolente y soberbia, se devolvió en Madrid á un ministro anglo-americano.

Lo menos cincuenta van disparadas ya dije yo, atizando el fuego de su miedo para que se marchara pronto y me dejase tan sublime comisión. Conque, chiquillo continuó, temblando como un azogado , ¿lo harás bien? Si te dan contestación la llevas a casa. Ve pronto. Yo me escaparé corriendo por esta calle donde no se siente ruido...; adiós.

Y oficiales, y sargentos, y paisanos rodeaban á aquel hombre, que pugnaba por escapar, y al que por lo mismo sujetaban con mayor fuerza, abrumándolo á preguntas, reconvenciones y dicterios, que no le arrancaron contestación alguna. ¡Llevadme á la Capitanía general! ¿Cómo Parrón?... ¿Qué dice este hombre? Venid y veréis.

Pero ni una contestación de su letra a sus repetidas cartas, ni un rizo de su cabello que besar, ni un blanco cendal de batista que humedecer con sus lágrimas. El desdichado daría la vida por un harapo de su señora. ¡Ah, mundo de dolor y de trastrueques! La trapera es más feliz. ¡Mírala entrar en el portal, mírala mover el polvo! Y acaso el borrador de algún billete escrito a otro amante.

Montiño metió la mano con dificultad por uno de los vanos de la reja, y dió á la madre Misericordia la carta. La abadesa se fué á leerla á la luz. Para comprender esta carta, es necesario insertemos primero la que el duque de Lerma escribió aquella mañana para la abadesa, y después la contestación de éste.

Nada de fintas, ¿entiendes?... Los golpes han de ser rápidos y decisivos... Déjale a él que finte cuanto quiera... quieto, sereno, aplomado... a parar y contestar nada más... Ya caerá en alguna contestación. ¡Pues no ha de caer! Miguel mojaba distraídamente el bizcocho en el chocolate pensando Dios sabe en qué.

Guardad... guardad de nuevo esa cruz; llevadla de mi parte á don Juan, y decidle que venga á verme para recibir la cédula real. En este negocio habéis andado torpe... ¡Señor! ¡me sucedían tales cosas! Veamos si habéis hecho otro encargo mío. Os una carta para la madre Misericordia... Y la contestación está aquí... dijo con suma viveza Montiño , la tengo en el bolsillo desde ayer.