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Actualizado: 21 de junio de 2025
Vamos a tratar de convertirle en un perezoso; aquí no hay que pensar sino en descansar y en divertirse ¿no es verdad? Juan no contestó en seguida. Al fin consiguió dominarse y con voz casi exenta de vestigios de emoción dijo: Usted es demasiado buena en añadir estas palabras de bienvenida a la amable insistencia que han tenido en invitarme el señor y la señora Aubry.
Mi tutor se llamaba Ulpiano García Pignorado, pero todo Madrid le designaba por el segando apellido; Pepe ponía naturalmente después del García paterno el apellido de su madre: además, al morir mi tutor, Pepe vino de Londres, recogió su herencia y se volvió al extranjero: viajó mucho y en Roma, por un donativo que hizo al Papa durante una peregrinación, consiguió titularse con el nombre de una dehesa de Manjirón que tenía cerca del Escorial.
La dulzura de Germana, el encanto que ejercía sobre todos los que la rodeaban, lo bien que pagaba a los que la servían y la poca esperanza que se tenía de salvarla, inspiraron buenos sentimientos a aquel criado de contrabando. Sabía mucho mejor descerrajar una puerta que preparar un vaso de agua azucarada, pero se esforzó en no parecer un novicio y lo consiguió.
Con esto sólo consiguió que la Regenta y el Magistral conviniesen en verse más a menudo fuera del caserón y menos veces en él. «Mejor era hablarse en casa de doña Petronila. ¿Para qué molestar al pobre don Víctor?
Al fin lo consiguió. ¡Arturo Dimmesdale! dijo al principio con voz apenas perceptible, pero que fué creciendo en fuerza, aunque un tanto ronca, ¡Arturo Dimmesdale! ¿Quién me llama? respondió el ministro. Irguiéndose rápidamente, permaneció en esa posición, como un hombre sorprendido en una actitud en que no quisiera haber sido visto.
Tengo para mí que si Susana fijó sus hermosos ojos en su primo, fué de tanto oír echar pestes contra ese perdido, ese pillo, ese indecente de Quilito. ¿Qué había hecho el infeliz? Susana no lo sabía; nunca consiguió saberlo. Su bondadoso corazón sufría de verle tratar así, y de escuchar todas las picardías que la madre y el padre, rencorosos, decían de la tía Casilda y del tío Pablo Aquiles.
Sin embargo, como Godfrey lo pensaba, apenas había una probabilidad de que el orgullo de su padre consideraba aquel casamiento desde un punto de vista que lo inclinara a mantenerlo secreto, antes que echar a su hijo y hacer hablar de la familia en el país, a diez leguas a la redonda. Tal fue el aspecto bajo el cual Godfrey consiguió encarar las cosas hasta media noche.
Al encontrarse sus ojos con los de Miguel, sonrió avergonzado. A éste le acometieron aquellas malditas ganas de reír que tanto daño le causaron, y no faltó mucho para echarlo todo a perder. Por fortuna consiguió refrenarlas.
Fulano, zutano y mengano habían hecho lo mismo, y no se les ocurrió tomar billete para el otro mundo con un pistoletazo; al contrario, ahí andaban tan frescos... Mejor era volver a casa, y ver si tiíta Silda consiguió algo, ¿no dijo que iba a vender la finca? pues con eso había de sobra para arrancar el pagaré del poder de don Raimundo... Eso es, y luego echarse panza arriba, para que los dos viejos, arruinados, le dieran de comer, y le vistieran y le costearan sus lujos, como antes, y meterse de nuevo en la Bolsa, ávido de desquite, para hundirse más en el pantano.
No consiguió sino excitarse más y más; el endiablado cuello, aunque quedaba en su sitio después de cada tirón, no tardaba dos minutos en bajarse y ahuecarse de nuevo. La desesperación se iba apoderando velozmente del gallardo caballero; hasta se le descompuso un poco el semblante.
Palabra del Dia
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