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Actualizado: 23 de junio de 2025


Pues una dama que arrastraba vestidos de seda y terciopelo con vistosas pieles; una dama de cabellos rubios, que en bucles descendían sobre su alabastrino cuello. La tal solía gastar quevedos de oro, y á veces estaba sentada al piano tres días seguidos. Sabed cómo la conoció Pacorro y quién era aquélla celestial hermosura.

Oyó asimesmo Cardenio el ¡ay! que dio Dorotea cuando se cayó desmayada, y, creyendo que era su Luscinda, salió del aposento despavorido, y lo primero que vio fue a don Fernando, que tenía abrazada a Luscinda. También don Fernando conoció luego a Cardenio; y todos tres, Luscinda, Cardenio y Dorotea, quedaron mudos y suspensos, casi sin saber lo que les había acontecido.

Todo lo tuvo: genio, belleza, gloria y amor. Hasta conoció el orgullo de gobernar a los hombres... Pero a pesar de su egoísta felicidad, supo ver desde sus alturas, como nadie, las inquietudes y las ambiciones de los pobres mortales. Acuérdese de su héroe, amigo mío; haga memoria de cómo terminó su existencia... Fue un colega de usted, un colonizador.

Cuando conoció ella que pronto debía abandonar a su marido y a su hija, se puso muy triste, afligiéndose por los que dejaba en la tierra y sobre todo por la niña. La llamó, pues, y le dijo: Querida hija mía, ya ves que estoy muy enferma y que pronto voy a morir y a dejaros solos a ti y a tu amado padre.

Llegó Sancho a su casa tan regocijado y alegre, que su mujer conoció su alegría a tiro de ballesta; tanto, que la obligó a preguntarle: ¿Qué traés, Sancho amigo, que tan alegre venís? A lo que él respondió: -Mujer mía, si Dios quisiera, bien me holgara yo de no estar tan contento como muestro.

repuso Nébel abriendo los ojos la señora de Arrizabalaga... Ella vió la sorpresa de Nébel, y sonrió con aire de vieja cortesana que trata aún de parecer bien a un muchacho. De ella, cuando Nébel la conoció once años atrás, sólo quedaban los ojos, aunque más hundidos, y apagados ya. El cutis amarillo, con tonos verdosos en las sombras, se resquebrajaba en polvorientos surcos.

Tradición es, y aun lo afirman algunos historiadores autorizados, tales como Méndez Silva y Mariana, que el primer reloj de torre que se conoció en España lo tuvo Sevilla y que éste se instaló en 1400.

¡Váleme Dios! -dijo, así como conoció la estancia- y ¿qué será esto? que en esta casa todo es cortesía y buen comedimiento, pero para los vencidos el bien se vuelve en mal y el mal en peor. Entraron al patio principal del castillo, y viéronle aderezado y puesto de manera que les acrecentó la admiración y les dobló el miedo, como se verá en el siguiente capítulo.

Cuando se detuvo el carruaje, don Mariano conoció en el rostro del criado que salió a abrir la portezuela que nada halagüeño había acaecido en su ausencia. ¿La señora...? preguntó con sobresalto. La señora se encuentra en cama. ¡Oh, debía suponerlo!... ¡Cómo había de tener fuerzas la pobre para resistir este golpe!

Aseguro a usted que me complacería mucho procurando trabar amistad con ella... Ya sabe usted lo que es Lacante para . ¡Hacerme amiga suya! exclamó. Enséñeme usted entonces por dónde hay que tomarla. Estábamos ya muy cerca de Elena, quien nos conoció y nos saludó con un gran ramo que traía en la mano.

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