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Actualizado: 23 de junio de 2025
Poner en evidencia, en ridículo, en berlina, a tres... a dos personas respetables; porque el tal Pulidete era un parvenu, un cursi, un cualquier cosa, que se lo tenía todo muy bien merecido... Mentira parecíale que Pepe Butrón, un hombre de tanto talento, se hubiese tirado una plancha semejante, y sin duda fue el Pulidete quien le dio el mal consejo. ¡Proponer a María Villasis para presidenta!... ¡Si eso no se le ocurre ni al que asó la manteca!... Y claro está, sucedió lo que tenía que suceder: que la muy mojigata dio con todo al traste, pero con un atrevimiento, con una insolencia, aludiendo claramente a la pobre Curra, diciendo con una risita de mil demonios que su modestia le impedía ser ella presidenta donde había una vicepresidenta tan digna... Y la pobre Curra calló, calló por prudencia; pero bien se le conoció que quedaba sentidísima...
Silvestre Antonio de Roxas no es nombre supuesto; porque D. Gaspar Izquierdo afirma que lo conoció en Cadiz, en tiempo que le comunicó en substancia lo mismo; y se lamentaba del poco caso que se habia hecho de materia tan importante.
Admiróse y congojóse en gran manera, y llamó a la gente de casa para que viesen la desgracia a Anselmo sucedida; y, finalmente, leyó el papel, que conoció que de su mesma mano estaba escrito, el cual contenía estas razones: Un necio e impertinente deseo me quitó la vida.
Al mismo tiempo su ingenio, su carácter socarrón, que procuraba mantener siempre dentro de ciertos límites, despertaba a menudo la alegría en las tertulias; bastaba para darle en ellas cierta significación, que de otro modo no hubiera disfrutado. No tenía más familia que una hija de diez y ocho años llamada Pilar. Su mujer, a quien nadie conoció, había muerto muchos años hacía.
Vamos, ya conocerá usted á alguna otra persona dijo el cura parándose y fijando en el semblante de Clara sus picarescos ojuelos. ¿De dónde viene usted ahora? De casa de unas señoras, donde estaba. ¿Y allí no conoció usted más que á esas señoras? No, señor dijo Clara asustada del giro que tomaban las preguntas del clérigo.
Así conoció doña Luz que el P. Enrique, a más de ser valiente hasta el heroísmo, y entusiasta y fervoroso en todos sus actos y misiones apostólicas, era sujeto de claro ingenio y de singular discreción y prudencia.
Pero la fortuna ordenó las cosas muy al revés de lo que él temía. Sucedió, pues, que otro día, al poner del sol y al salir de una selva, tendió don Quijote la vista por un verde prado, y en lo último dél vio gente, y, llegándose cerca, conoció que eran cazadores de altanería.
»Con menos caudal que estas dos familias y con los trapitos arreglados en casa, forman en la misma clase, primeramente, las dos nietas del Indiano, aquel fachenda que usted conoció ya viejo.
El tendero murciano conoció la tontería que había hecho, pero conoció igualmente que tenía fácil enmienda, y explicó al de la carátula que los papelitos que allí escribiese y firmase ningún valor tendrían, porque habían de ir, para que valiesen, en hojas dispuestas de cierto modo y arrancadas de un librejo que él se había dejado en casa. Nada le valió con todo para apaciguar al de la carátula.
¿Cómo conoció tu mujer á Fontenoy?... Me has dicho que era amigo antiguo de su familia... y eso es todo lo que sabes. Aún se contuvo un momento, pero su cólera le empujó, pudiendo más que su prudencia, que le aconsejaba callar. Las mujeres conocen siempre nuestra historia, y nosotros sólo sabemos de ellas lo que quieren contarnos.
Palabra del Dia
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