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Actualizado: 5 de junio de 2025
Más para tal confidencia el sitio me parece incómodo, aunque sea usted quien le ha elegido. Tenga, pues, la bondad de seguir la tapia hasta la verja y allí me encontrará usted para abrírsela. Y con la mano le indicó la dirección que debía tomar, aunque él la conocía muy bien, y descendió del terraplén. Al dirigirse hacia la verja, Clementina se preguntaba: "¿Qué hará?
¿Y se ponían de acuerdo sobre lo que convenía decir y hacer? ¿No han maniobrado bien? Maravillosamente. Debo, en realidad, mucho al uno y al otro por lo que han hecho y dicho, pero toda vez que estaba en el programa que yo no supiera nada, supongamos que nada sé todavía. No digas una palabra, ni á Mauricio, de tu amable y afectuosa confidencia.
Este, por su lado, guardaba de la conferencia una impresión equívoca y penosa, porque el lenguaje cortés y la casi impasible fisonomía del marqués no habían sido parte a disimularle la especie de embarazo y de frialdad con que aquél acogió su confidencia.
Ya no me parecen absurdas aquellas ideas tuyas, porque ya no encuentro nada seguro en la tierra... Se rió con una risa nerviosa, sin saber por qué, y miró en los ojos a su amigo. Después llamó; acudió un groom vestido de verde, a quien pidió que trajera licor. Como si el viejo resentimiento le dominara de nuevo, no se decidió a empezar su confidencia.
La confidencia que tan difícil era con otra persona, resultaba fácil con la cocinerita, y el hombre se creció después de dichas las primeras palabras. «Tú eres una inocente le dijo poniéndole la mano en el hombro , tú no conoces el mundo, ni sabes lo que es una pasión verdadera».
Un intento de aproximación y de confidencia se traducía como amenaza de inmediatas peticiones. Los de menos fortuna, que hasta entonces habían gastado pródigamente, con la facilidad que proporciona el crédito, comenzaban a restringir sus necesidades extraordinarias en el comedor y en el fumadero.
La señora Aubry no comprendía. Azorada de oír una confidencia tan inesperada, balbuceó: ¿Tú eres feliz? Mamá, yo no quiero casarme con Huberto Martholl. Pero ahora soy libre. La rara conducta del señor Martholl me deja libre, libre, libre. ¡Qué dicha! ¿Pero qué ha pasado entonces? ¿Por qué no me has enterado de la transformación de tus sentimientos?
La discreción que me impone me es penosa para con Lacante, que es para mí más que un amigo; pero ella me responde que si Lacante es mi tutor, la Marquesa de Oreve es su protectora y habría las mismas razones para hacerle la confidencia. Y entonces, adiós secreto y vienen todos los inconvenientes de una espera interminable. Hay otra cosa que me alarma en Luciana.
Esta atroz circunstancia, que era la condenación de la tentativa de la señorita Guichard, no turbó á Bobart, que no vió en la confidencia de Clementina sino una dificultad más. No pensó ni un segundo en la dicha de aquellos jóvenes, en su porvenir, en todo lo que podían perder de esperanza, de paz y de alegría en aquel enredijo judicial. El abogado respondió con una risa espantosa. ¡Bah!
»De todas maneras, ríase o no se ría de la confidencia, guárdela usted y téngala siempre como prenda segura del entrañable afecto que le profesa su mejor y más agradecido amigo LETO P
Palabra del Dia
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