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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Con los primeros hacía yo mejores migas que con los segundos, y asistía a todas las conferencias de Marcial. Si no temiera cansar al lector, le referiría la explicación que éste dio de las causas diplomáticas y políticas de la guerra, parafraseando del modo más cómico posible lo que había oído algunas noches antes de boca de Malespina en casa de mis amos.
¡Ah!... ¿y el cura te ha permitido leer novelas y te ha dado conferencias sobre el amor? ¡Pobre cura! ¡Si supierais lo que le he hecho rabiar con eso! Y en cuanto a las novelas, tío, no quería dejármelas leer de ningún modo. Llegó hasta llevarse la llave de la biblioteca; pero, rompiendo un vidrio, entré por la ventana. ¡Pues ya prometías! Y en seguida ¿te diste a soñar y divagar acerca del amor?
Gante, 3 de noviembre. Mis dos primeras conferencias han salido muy bien; he recogido no pocos aplausos y, lo que es mejor, he tenido un auditorio numeroso y entusiasta.
Además allí celebraba largas e interesantes conferencias con el primogénito del duque del Real-Saludo y Elena protegía sus amores y la duquesa los toleraba. La razón de esto último consistía en que sus principios impedían a la duquesa el estar de acuerdo con su marido en ningún asunto de este mundo.
De Pas vio a la Regenta más hermosa que nunca: en los ojos traía fuego misterioso, en las mejillas el color del entusiasmo, de las conferencias íntimas, espirituales; una aureola de una gloria desconocida para él parecía rodear a aquella mujer que encerraba en el breve espacio de un contorno adorado todo lo que valía algo en la vida, el mundo entero, infinito, de la pasión única.
Sin embargo, en el fondo de su alma aunque no quisiera confesarlo había una leve preocupación, algo que le escocía. Este escozor fue el que le obligó a encaminar sus pasos al Ateneo en vez del café de Fornos. Un célebre crítico de arte estaba dando en aquel centro unas conferencias acerca del pintor Velázquez.
Quería constituir la República y llamar a todos los emigrados para que contribuyesen con sus luces y saber a esta grande obra»; el general Heredia recibió un armamento y dinero para preparar la guerra contra el impío unitario Santa Cruz, y se olvidó bien pronto del cuadro grandioso que Facundo había desenvuelto a su vista en las conferencias que con él tuvo antes de su muerte.
Aunque se sentía débil, no quiso, sin embargo, en cuanto su indisposición se lo permitía, renunciar al ayuno; hasta se disciplinó con su rigor ordinario. Al obscurecer de este día salió para asistir á unas conferencias en el colegio de los escoceses; allí se aumentó su malestar; fué llevado á su casa, y se vió obligado á descansar en su lecho. Su enfermedad fué declarada grave en seguida.
Bueno, bueno; yo me entiendo. Doña Paula se puso en pie y arrojó la punta del pitillo apurada y sucia. Prosiguió: No quiero más cartitas; no quiero conferencias en la catedral; que vaya al sermón la señora Regenta si quiere buenos consejos; allí hablas para todos los cristianos; que vaya a oírte al sermón y que me deje en paz. ¿Con que Glocester?... Sí, y don Custodio.
Tres dias pasaron reunidos estos dos héroes americanos, sin que un solo momento se les viese al uno sin el otro; pero el resultado de sus conferencias quedó envuelto en la noche del misterio.
Palabra del Dia
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