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Actualizado: 10 de junio de 2025
»Hacía algunos meses que el conde de Pópoli visitaba con frecuencia a los señores de las cercanías, o los recibía en nuestra casa, donde tenían conferencias secretas. En fin, con gran sorpresa mía, llegué a observar que ya no se dedicaba solamente a la caza.
Como en los primeros meses ignoraba el francés, detenía en la calle á los clérigos para hablarles en latín. Había malvivido siendo maestro de guitarra y dando conferencias en un Instituto Políglota, cuyo público no concedía la menor atención al tema, buscando únicamente acostumbrar su oído á la pronunciación española. ¡Siete francos y medio por hablar hora y media!
El alemán al servicio del zarismo no siente escrúpulos ni lamenta su conducta: mata fríamente, con método minucioso y exacto, como todo lo que ejecuta. El ruso es bárbaro, pega y se arrepiente; el alemán civilizado fusila sin vacilación. Nuestro zar, en un ensueño humanitario de eslavo, acarició la utopía generosa de la paz universal, organizando las conferencias de La Haya.
Este, por el alto puesto que ocupaba, ejercía considerable influencia en la marcha del litigio. ¡Qué agitación! ¡qué vida afanosa y miserable! Clementina no comía, no dormía: siempre en conferencias con el abogado, con el procurador, siempre escribiendo cartas. Hasta en sus tertulias o comidas no sabía hablar de otra cosa.
Este es el arte con que los he desentrañado, y asegurándome de las exquisitas noticias que pueden desearse para la mayor empresa, sin que por medio de gratificacion, ni embriaguez, ya medio rematados, ni otro alguno, jamas lograse de ellos cosa á mi intento, antes sí una gran cautela en todas las conferencias que sobre el particular tenia con ellos, cuidaba de encargarles el secreto, que les convenia guardar, pues sus antepasados, como hombres de experiencia y capacidad, sabian bien los motivos de conservarlo.
No sería correcto colocar mi sombrero en mitad de una acera, diciendo: "Yo soy Fulano de Tal, que he venido a verles. Echen algo para que me lleve un buen recuerdo de este país de riquezas". Por eso prefiero exhibirme en un teatro y justificar la generosidad del público con dos horas de aburrimiento y vulgaridades...». En el fondo, esto y nada más es una serie de conferencias.
Las lecciones y conferencias duraban horas y horas. El Comendador se acostumbró de tal suerte á aquel dulce magisterio, que el día en que no daba lección le parecía que no había vivido. Sus días de Villabermeja fueron disminuyendo, y alargándose cada vez más los que pasaba con la discípula.
No le guardaba rencor porque le hubiese quitado la tela de los versos. Restregaba la cabeza y el cuello contra la vestidura de la linda dama, y parecía gustar de que ella le pasase la mano por el largo cuello y por las alas, y le alisase las plumas. Estas mudas conferencias, que tenían lugar dos o tres veces cada semana, duraban poco y no se puede decir que fuesen muy amenas.
Con el ajetreo que traía aquellos días, en los cuales hizo dos visitas a doña Lupe, celebró muchas conferencias con Juan Pablo y otra muy sustanciosa con Nicolás Rubín, que andaba desalado detrás de una canonjía, tuvo el buen señor una recaída en su enfermedad. Una tarde de fines de Marzo se sintió tan mal, que hubo de retirarse a su casa y se acostó.
Su vida era un tejido incesante de conferencias, excursiones a este o al otro pueblo, tratos y cartas que escribir y que leer. Pepe Güeto se hizo el ayudante y el secretario de D. Acisclo, y también escribía, viajaba y conferenciaba. Doña Luz y doña Manolita se hacían compañía mutuamente, abandonadas por D. Acisclo y Pepe Güeto.
Palabra del Dia
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