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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Pero Lita sabía por qué preguntaba eso. Lo preguntaba porque había oído decir a los sirvientes que los médicos no podían curar su enfermedad. Y ella esperaba que su madrina fuera una hada y la curase. ¿Qué hubiera sido de la Bella-Durmiente-en-el-Bosque sin su hada madrina?... La mamá de Lita, que era muy linda y bien vestida, diole un beso en la mejilla y salió a visitas y compras.
Comprendo que los pobres no puedan comer.... Chica, si empiezas así vas a llevar a casa medio Mercado.... Eso son bellotas, ¿verdad? Comida de ricos; quien puede gasta. Eso sólo lo compra la gente de dinero. ¿Que tú no compras? dijo doña Manuela sonriendo, a pesar de que no ocultaba el efecto que le producían las palabras de su hermano. ¿Quién...? ¿yo...? ¡Bueno va! A mí nadie me estafa.
Nos resolvimos por fin, y al penetrar en un portal, que más bien anunciaba la casa de un noble que el almacen de un comerciante, vimos dos lacayos vestidos de librea. Naturalmente, creimos que aquellos dos lacayos esperaban á sus señores, á quienes suponiamos ocupados en hacer compras. Creiamos mal.
A excepción de dos o tres individualidades de intachable pureza, eran gente de economías, y andando el tiempo, con las compras de bienes desamortizados, formaron una aristocracia que poco a poco se hizo respetable, y en la cual hay muchos marqueses y un formidable elemento de orden. En lo militar fueron poco escrupulosos, y se les ha visto pronunciarse con naturalidad y hasta con gracia.
Una vez en su casa que en breve ha de abandonar para vivir en el Tribunal, se desempaca lo comprado, que habrá llegado custodiado por un futuro munícipe de cuarto orden, que ha ido al servicio de el que será su jefe. Todos los parientes y amigos alaban el buen gusto de las compras.
Un día de gran calor, Manos Duras montó á caballo para ir al pueblo á hacer unas compras. Era en las primeras horas de la tarde. Los habitantes europeos de la Presa, al mirar el almanaque, pensaban en la nieve y los fríos huracanes de sus países, que estaban todavía en pleno invierno.
Lo que no podía sufrir D.ª Laura era que él probase de todo para darlo por bueno, y con este motivo había ruidosas peloteras; pero él aseguraba que todo estaba riquísimo, que todo era gloria, y con esto y con recoger D.ª Laura las compras para guardarlas con siete llaves, concluían las cuestiones.
Quilito llevaba, a guisa de bandera, el faldón de don Raimundo, y gritaba: ¡Muera Schlingen! Susana Esteven repasaba al piano una sonata de Beethoven. Antes de salir a compras, en compañía de Angelita, su madre le había dicho: ¡Me atacas la cabeza, Susana, con esa sonata! Parece que tocas a ánimas o que llamas a misa.
Si no la has de comprar, si todo es gana de moler, ¿para qué quieres verla? ¿Crees que yo no tengo nada qué hacer?». «Lo que dije; estas mujeres marean a Cristo. Hay otra clase, sí señora. ¿La compras, sí o no?
A su sobrina le prestaba servicios, haciéndole cuantos encargos eran compatibles con sus tareas artísticas. Solía ella enviarle con algún mensaje a casa de su costurera, o se valía de él para recados y compras.
Palabra del Dia
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