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Doña Manuela continuaba haciendo sus compras, deteniéndose ante los productos raros y extraños para la estación que puede ofrecer una huerta fecunda, cuyas entrañas jamás descansan y que el clima convierte en invernadero.

No sentía la atracción de estas ocasiones extraordinarias. ¿Para qué hacer más compras?... ¿De qué servía tanto objeto inútil? Al pensar en la existencia dura que llevaban millones de hombres á campo raso, le asaltaban deseos de una vida ascética. Había empezado á odiar los esplendores ostentosos de su casa de la avenida Víctor Hugo. Recordaba sin pena la destrucción del castillo.

Lo primero que hizo, conforme a su gran carácter, fue sobreponerse a los sucesos, no amilanarse por la vista de la sangre y dictar atinadas órdenes preliminares, como acostar a Maximiliano, traer provisión de árnica, reconocerle bien las contusiones que tenía y llamar un médico. «¿Pero y Fortunata?». Salió a hacer unas compras dijo Patricia. ¡Es particular! Las ocho y media de la noche.

Decía su prima que no pensara la señora en hacer más compras, y que cuando notase la falta de alguna cosa necesaria, le avisase a ella, que sabía como nadie tratar el género, y sacarlo bueno y arreglado.

Hombre de partido, haces la guerra a otro partido; o cada vencimiento es una humillación, o compras la victoria demasiado cara para gozar de ella. Ofendes y no quieres tener enemigos. A ¿quién me calumnia? ¿quién me conoce? me pagas un salario bastante a cubrir mis necesidades; a ti te paga el mundo como paga a los demás que le sirven.

Mis aspiraciones eran más modestas. Me contento, mi general, con que me envíe usted á Nueva York cuando vaya allá una comisión á hacer compras para el gobierno. Lo mismo da que compren autocamiones, máquinas de escribir, zapatos ó papel para las oficinas. Sólo pido ser el agente comprador de la comisión.

¿Cuándo se cansará usted de comprar vestidos? continuó el español . ¿No tiene miedo de que su equipaje no quepa en el trasatlántico, cuando regresemos á Buenos Aires?... Se excusó Celinda, pensando otra vez en el lejano país. Debo hacer mis compras previsoramente. Piense que allá en nuestra colonia no hay nada de lo que se encuentra aquí con tanta facilidad.

Lucía, al desnudarse, vio sobre la mesa los paquetes de sus compras de ropa blanca. Se mudó con delicia, y acostose creyendo dormir como una bienaventurada, a semejanza de la noche anterior. Mas no gozó de tan regalado reposo, sino de un sueño inquieto y desigual.

Sentía, una pereza irresistible cuando sus aficiones pretendían empujarle, como en otros tiempos, á las compras incesantes. No; mejor estaba allí... Y allí, era siempre el estudio de Julio. Argensola trabajaba en presencia de don Marcelo. Sabía que el viejo abominaba de las gentes inactivas, y había emprendido varias obras, sintiendo el contagio de esta voluntad inclinada á la acción.

«¡Qué alegre está el tiempo! ¿De qué te ríes?». Me río de ti... ¡Qué curiosos son estos hombres! ¡Virgen María!, todo lo quieren saber. Claro, y tenemos derecho a ello. No puede una salir a compras... Dale con las tiendas. Competencia con mamá y Estupiñá; eso no puede ser. no has ido a compras. Que . ¿Y qué has comprado? Tela. ¿Para camisas mías? Si tengo... creo que son veintisiete docenas.