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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Entonces, de lo más profundo del corazón, de los íntimos repliegues de su alma, surgía otro recuerdo débil, pero no por eso menos claro: la víctima se había inspirado siempre, no solamente en la verdad y en la justicia, sino en otros sentimientos más fuertes, más poderosos; los sentimientos cristianos del perdón y la compasión... Y la ansiedad del joven seguía aumentando, crecía continuamente.
¡Pero este Ramoncito qué genio tiene!... ¡Quién lo diría!... Vamos, Cobo, no le maree usted más, que puede ponerse malo. La compasión de las señoras le llegó al alma al enfurecido concejal. Callóse de pronto, y crujiendo los dientes de un modo lamentable, se encerró lo menos por una hora en un silencio digno y temeroso.
La ciega hablaba como si no lo fuera y así hacía siempre. Los comensales se miraban unos a otros sonriendo con una mezcla de alegría y de compasión. Elena, entusiasmada con el elogio, no parecía fijarse y le hacía preguntas y consultaba detalles. «¿Qué te parece, pondré sobre la chimenea un reloj imperio o una estatua? ¿Pondré la luz en el techo o en los rincones? Pocos muebles, ¿verdad?
No digas eso, hija mía; di más bien que Magdalena es injusta; pero debes perdonarla, porque es la fiebre y no ella, quien habla por su boca; más que vituperio merece compasión. Con la salud recobrará la razón; entonces reconocerá su yerro, y arrepentida pedirá perdón por su injusta cólera.
Espero, querida mamá, que se repita usted esto muchas veces si me ocurriese una desgracia. »Quizá también la amistad y la compasión de los que me rodean han contribuido un poco a hacerme amar la vida. El día en que me despedí de usted y de mi padre, dije adiós a todo. Yo no sabía que los que me acompañaban habían de ser para mí una verdadera familia.
Recitaba, sílaba a sílaba, salmos del Miserere... y yo no supe qué hacer ni qué decirle en los primeros momentos: me imponía aquel cuadro que nunca había visto, y sentía al mismo tiempo mucha compasión.
8 Con [un] poco de ira escondí mi rostro de ti por [un] momento; mas con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo tu Redentor, el SE
Sí, señor, contribuye...; pero adelante. ¿Qué pasa, don Fermín? ¡Por los clavos de Cristo! De Cristo tengo yo que hablarle a usted también, y de sus clavos, y de sus espinas y de la cruz.... Por compasión... Don Víctor, yo necesito antes de hablar que usted me declare el estado de su ánimo.... ¿Qué quiere usted decir?
Véngate, véngate; ríete de una generosidad que él no practicó contigo; no tengas piedad de quien no la tuvo de tí; él es indigno de tus favores, indigno de compasion, indigno de perdon; véngate, véngate.» Así habla el odio exaltado por la ira; pero este lenguaje es demasiado duro y cruel para no ofender á un corazon generoso.
Y sin embargo, es bien sencillo, señorita; si la desilusión del bien, la duda y la sequedad del alma son los más amargos frutos de la experiencia de una larga vida, nada merece más compasión en el mundo, que un corazón herido por la desconfianza, antes de haber vivido.
Palabra del Dia
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