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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Estos sucesos son apropiados, por su índole, á mover el interés y la compasión, á no desfigurarse y manejarse torpemente, y Montalbán, en escenas llenas de pasión y de fuego, ha sabido excitar, en grado supremo, las simpatías del público, á cuya circunstancia debe, sin duda, su comedia la fama de que ha gozado tanto tiempo en el teatro.

Ó eran los amigos de su juventud, ya muertos, y su padre, de blanca barba, frunciendo piadosamente el entrecejo, y su madre, que le volvía el rostro al pasar por su lado. ¡Espíritu de una madre! Creo que habría arrojado una mirada de compasión á su hijo.

Y aquello no era amor, que resplandeciente y soberana, sin dejar lugar a otros amores, su alma llenaba la divina imagen de doña Guiomar; ni era compasión tampoco, por más que de ella estuviese lleno lo que por la desmayada hermosura sentía; y en fin, no podía explicarse aquella nueva pasión, tan no conocida de él, que de él se apoderaba.

Cuando sentí verdadera compasión por el público, que llenaba el teatro, fue al advertir que muchas personas demostraban fastidio y otras permanecían dormidas desde que dio principio el espectáculo. He conseguido alejar a mi hijo de aquel abismo de seducciones. He vuelto por Rieux, tierra de mi padre, en donde he pasado quince días al lado de mi hermana.

Don Fermín daba vueltas alrededor de la mesa, alrededor de su madre. «Allí estaba el consuelo único posible, allí el regazo en que llorar... allí la única compasión verdadera, allí el único contagio posible de la pena; aquel veneno que a él le mataba sólo sería veneno, saliendo de él para su madre.

Atendiendo a la figura de Cristo, pudiera creerse que el principal propósito del artista, ha sido hacer un estudio de desnudo de hombre, recio y fornido, pero la postura del niño, en cuya actitud y semblante hay verdadera y poética compasión, permite sospechar que sea un cuadro de encargo, inspirado por alguna familia piadosa.

Pero ¿qué es esto... qué pasa? por caridad... señora... por compasión, Ana... no ve usted que tiemblo como una vara verde.... Yo no soy un juguete.... ¿Qué pasa... qué debo temer...? Ayer ese hombre estaba borracho... él y otros pasaron delante de mi casa... a las tres de la madrugada.... Orgaz le llamaba a gritos: «¡Álvaro! ¡Álvaro! aquí vive... tu rival... eso decía, tu rival...» ¡la calumnia ha llegado hasta ahí!...

Considere un momento, señor Muñoz, que Adriana sólo se casaría con usted por la compasión que yo le inspiro y es capaz, para llegar a este fin, de haberle fingido que lo quiere. Laura hablaba exaltada hasta la pureza de una sinceridad diáfana, mientras Muñoz, adusto, con los ojos bajos, apretándose las manos, parecía aguardar, impaciente, que ella concluyera. ¡Y no se conmueve! continuó Laura.

Ana, entonces, no pudo evitarlo, lloró, lloró, sintiendo por aquella Inés una compasión infinita. No era ya una escena erótica lo que ella veía allí; era algo religioso; el alma saltaba a las ideas más altas, al sentimiento purísimo de la caridad universal... no sabía a qué; ello era que se sentía desfallecer de tanta emoción. Las lágrimas de la Regenta nadie las notó.

Y fue muy notable lo que se reparó comunmente, que ni en la ejecución de las sentencias, ni en el camino, siendo tan natural la compasión en quien mira padecer, de quien no se halla ofendido y más en mujeres y con mujeres y de pocos años, no se escuchó una voz de lástima, como sucede a cada paso cuando se lleva a la horca un malhechor.

Palabra del Dia

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