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Actualizado: 10 de junio de 2025


El Gobernador Bellingham, vestido en traje de casa, que consistía en una bata no muy ajustada, y gorra, abría la comitiva y parecía ir mostrando su propiedad á los que le acompañaban, explicándoles las mejoras que proyectaba introducir.

En el año 1814 cuando pasó el rey D. Fernando VII por Teruel, se sacaron del armario los dos esqueletos de los Amantes y los colocaron adornados en la sacristía de la Iglesia de S. Pedro donde fueron visitados por el rey y la grandeza de su comitiva, restituyéndolos después a su morada ordinaria.

Lo más curioso de todo fué la cortesía, que estos monigotes hicieron á la Reina al pasar la comitiva por el balcón que ocupaba. También el Rey hizo su cortesía á la Reina, contestándole ella y la Infanta desde sus asientos. La procesión se encaminó en seguida á la Plaza, y regresó á Santa María por la calle Mayor. »A eso de las cinco de la tarde se representaron autos.

En el fondo del valle de Bouleaux, a dos tiros de fusil de la aldea de Charmes, hacia la izquierda, la comitiva empezó a subir lentamente el sendero del viejo burgo. Hullin, al recordar que había seguido el mismo camino cuando fue a comprar la pólvora a Marcos Divès, no pudo substraerse a una tristeza profunda.

A la edad de ocho años lo habían traído á España, sin que nadie adivinase su condición, y vivió primero en Leganés, á cargo del clérigo Bautista Vela y de una tal Ana Medina, casada con un flamenco llamado Francisco, que vino en la comitiva de Carlos V la primera vez que visitó estos reinos el coronado nieto de Isabel la Católica.

En el primero iba el clero; al segundo subieron el doctor y Amaury. A la puerta de la iglesia de Ville d'Avray esperaba a la comitiva el cura párroco. En aquella iglesia en que Magdalena había comulgado por vez primera debía hacer su última estación antes de que su cuerpo descendiese a la fosa.

El cielo seguía tan plácido y sereno como antes, y en medio de él la luna, que acababa de alumbrar con su luz tibia y poética aquella lucha desigual, seguía esparciéndola sobre la comitiva, que ascendía lentamente por la carretera y sobre el lívido y destrozado cadáver que dejaban atrás, encima de la roca.

La viuda ocultó la cara entre las manos y lanzó un par de gemidos; su prole, sin cambiar de postura, miraba impasible la escena. Como no había sillas en la casa, excusado es decir que el duelo permaneció de pie. Una de las mujeres de él, la más autorizada por su vecindad y conexiones con aquella familia, se adelantó un paso á las demás personas de la comitiva.

Empezó a impacientarse el resto de la comitiva por este trabajo laborioso. Nada quedaba en la tienda digno de ser devorado. Gómez y sus compatriotas se entretenían saltando los bancos de la plaza. Los padrinos pensaban con nostalgia en el comedor del buque. Eran las once en el reloj de la tienda, y el Goethe zarpaba a las doce.

Iba a cantarse una misa con acompañamiento de orquesta y de voces: algo extraordinario, como la ópera, del Teatro de San Fernando cuando llegaban las Pascuas. Luego entonarían los sacerdotes el Te Deum en acción de gracias por la salvación del señor Juan Gallardo, lo mismo que cuando el rey entraba en Sevilla. Se presentó la comitiva abriéndose paso en el gentío.

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