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Actualizado: 20 de octubre de 2025
Era el tiempo en que los comerciantes de antigüedades no habían descubierto aún la rica Valencia, donde la gente popular se vistió de seda durante siglos, y muebles, ropas y cacharros parecían impregnarse de la luz de un sol siempre igual, del azul de un ambiente siempre sereno.
Tòni, menos desinteresado, habló de la suerte futura del buque... ¡Terminada la miseria! Los fletes á trece chelines tonelada de un hemisferio á otro iban á ser en adelante un recuerdo vergonzoso. No tendrían ya que solicitar carga de puerto en puerto como quien pide una limosna. Ahora les tocaba darse importancia, viéndose solicitados por los consignatarios y comerciantes desdeñosos.
Hablemos como si fuésemos comerciantes; unos comerciantes que tienen prisa y no malgastan sus palabras... Yo te debo dinero, y me es imposible vivir tranquila mientras no te lo devuelva: trescientos mil francos que me dió tu madre, lo que me prestaste tú en el Casino... tal vez algo más. Tengo bastante para pagar. Si no quieres ocuparte del asunto, envíame á Toledo.
En ciertos viajes predominaban los comerciantes, y la cubierta de paseo era durante veinte días igual a un salón de Bolsa. Rodaban millones de la mañana a la noche, y el buque se movía con el aplomo insolente de un banquero bien forrado que no teme al destino. Las enormes cantidades, compuestas puramente de palabras, parecían gravitar realmente en sus entrañas con peso abrumador.
A nuestro propósito en lo que ahora tratamos, baste decir que los provistos en alcaldías y correjimientos con los tres cargos que abrazan estos empleos de justicia, gobierno civil y hacienda, van solo de hecho á ser comerciantes, porque por aquellos cargos no esperan otra remuneracion, ascenso, premio ni recompensa que las ventajas que saquen de su administracion y de su comercio, y de consiguiente su propio interes y el aumento de su fortuna los ocupa únicamente, y de necesidad los aleja del desempeño exacto y escrupuloso de sus obligaciones mas principales.
Algunos compañeros de viaje, comerciantes, diputados, arrieros, sirvientes, cocineros, ministros, diplomáticos, etc.
El hombre por quien preguntaba doña Manuela era el fundador de la tienda de Las Tres Rosas, don Eugenio García, el decano de los comerciantes del Mercado, un viejo que arrastraba cuarenta años en cada pierna, como él decía, y mostrábase orgulloso de no haber usado jamás sombrero, contentándose con la gorrilla de seda, que, según él, era el símbolo de la honradez, la economía y la seriedad del antiguo comercio, rutinario y cachazudo.
Jugar para vivir jugando; para dar á un juego nuestra vida; para desplumarnos dándonos las manos y sonriéndonos; para hacer en un dia una fortuna injustificada, á costa del prójimo insensato; jugar para que tantos comerciantes dignos y honrados se quemen el cerebro con una pistola, eso no. Podrán contestarme lo que quieran; yo no llevo la contra á nadie; á nadie desmiento; pero digo que no.
Como sus necesidades eran muy cortas, pues no tenía familia que mantener ni ningún vicio como no fuera el de gastar saliva, bastábale para vivir lo poco que el corretaje le daba. Además, muchos comerciantes ricos le protegían. Este, a lo mejor, le regalaba una capa; otro un corte de vestido; aquel un sombrero o bien comestibles y golosinas.
De la enorme utilidad de 200 á 500, y aun mas, por 100 que dejaban en Acapulco los negocios de la Nao, la mayor parte era para los negociantes estranjeros de la India y China, cuyos efectos surtian casi en su totalidad el cargamento de las Naos: otra gran parte era para obras pias, pues hubo años que se pagó el 50 por 100 de las cantidades que adelantaban; de forma que á favor de los comerciantes de Manila quedaba un beneficio tan reducido, cual demostraria un cálculo que se hiciese de los muchos millones de pesos que se han importado en Filipinas de Nueva-España por las Naos, y del poco valor respectivo que en moneda y fomento ha quedado á los comerciantes de Manila.
Palabra del Dia
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