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Actualizado: 20 de octubre de 2025
Los de la Ribera de Curtidores miran a los de aquí como puedan mirarles a ellos los comerciantes de la Puerta del Sol.
Buscabales posada, proporcionabales almacén seguro para la carga, se entendía con los comerciantes y era en suma la providencia de la tierra de Astorga.
Cuéntanse de él infinitas cosas que son dignas, por cierto, de ser recordadas, y como su autoridad era poderosa y su carácter en extremo duro, llegó á ser el terror de la gente de los barrios, en particular de los comerciantes y vendedores de artículos de primera necesidad.
Tampoco estaban ellos para bromas. En cambio, celebrábase gran fiesta en una casa de ricos comerciantes del barrio de Abajo, la de Sobrado Hermanos. Era el santo de Baltasar, único vástago masculino del tronco de los Sobrados, y cuando más diabluras hacía fuera el viento, circulaban en el comedor los postres de una pesada comida de provincia, en que el gusto no había enmendado la abundancia.
En torno de una mesa vio sentados a sus tres compatriotas, los graves y honrados comerciantes que le regalaban buenos consejos. Saludo a sus respetables firmas sociales dijo tomando asiento junto a ellos. Pero como interrumpía una conversación interesante, sólo mereció varios gruñidos a guisa de saludo.
Eran buenas gentes, sencillas y entusiastas, pero de poca importancia: pequeños comerciantes, obreros que se habían convertido en patronos, modestos empleados, vagos sin profesión que vivían milagrosamente de ocultos expedientes, sin otro oficio conocido que hablar de toros.
Así pues, todas las mercancias y los objetos de trueque llevados por los comerciantes, como tambien todos los frutos de los demas cantones interiores, pasan indispensablemente por su plaza: razon por la que el gobierno ha creido conveniente colocar en este punto un recaudador de aduanas, dependiente de la administracion principal de La-Paz.
Con el viento y la bulla que el pavo metía apenas se sentían las chillonas voces provocativas. El Majito, cansado de parlamentar sin fruto ni resultado alguno, lanzó una piedra en medio de la turba de comerciantes. Al voltear, haciendo honda de su elástico brazo, parecía un gallito de veleta, obedeciendo más al viento que al coraje.
Y de beber clarete y borgoña, y del mucho comer, se mueren, colorados y gordos, los que se dejan halar en la djirincka, echándose aire con el abanico; los militares ingleses, los empleados franceses, los comerciantes chinos.
Después de larga luna de miel, cual nunca se ha visto en comerciantes de tela, se afirma que no reinó siempre en el hogar la paz más octaviana.
Palabra del Dia
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