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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Yo escuchaba con afectada atención, pero el severo D. Oscar comenzó a dar señales de impaciencia y concluyó por decir: Bueno, doña Tula; ya le irá usted dando esas noticias poco a poco, pues de una vez todas no es fácil que las retenga. Verdad, don Oscar, verdad. Tiene usted mucha razón. ¡Como soy tan polvorilla!... Lo mismo era mi difunto.

Bastaba un solo cadáver, el cadáver que justificaría las crueles represalias, para que despertase la autoridad de su sueño voluntario. Comenzó por todo Jerez la cacería de hombres. Pelotones de guardia civil y de infantería de línea, guardaban inmóviles la entrada de las calles, mientras la caballería y fuertes patrullas de a pie ojeaban la ciudad, deteniendo a los sospechosos.

Detúvose aquí el diplomático con solemne pausa, y añadió sentenciosamente: Todo árbol es madera, pero el pino no es caoba... En mi opinión, ni Sabadell puede ser ministro, ni yo puedo dejar de serlo. El dedo del señor Pulido comenzó a subir y bajar con riesgo manifiesto de descoyuntarse, cual si marcaran sus oscilaciones los grados de impaciencia de su dueño.

Uva a uva, pronto se acabó el racimo de los ahorros de la desventurada mujer; y cuando ya nada la quedó que ofrecer a la insaciable voracidad del vampiro, comenzó éste a esbozar otras exigencias que tardó en comprender el ofuscado y nunca muy sutil entendimiento de Facia.

Su tía acudió corriendo y al enterarse, en vez de verter lágrimas, comenzó á increpar á su marido: ¿Lo ves, burro, lo ves? ¿Ves lo que te está pasando por esa afición al palique, por no hacer caso de ?... ¡Si hubieras ido á ordeñar las vacas no te hubiera pasado nada!

El niño fue a levantarse, pero no pudo; su hermanito se lo estorbaba. Levanta, Rafaelito. El chiquitín no se movía. ¡Levanta, Rafaelito! Miguel lo cogió entre los brazos y lo puso en pie; pero al ver que no se tenía, exclamó en alta voz: ¡Este niño está yerto! ¡Qué atrocidad! Y comenzó a sacudirlo y a frotarlo.

Era lista, capaz de la más artera coquetería, pero en frío, respecto de un hombre por quien no hubiese llegado a interesarse. Así lo entendía don Juan, quien comenzó a experimentar lástima de ella y severidad para consigo; mas ambos sentimientos quedaron ahogados por el influjo de la belleza de Cristeta.

Durante un cuarto de hora fui ensordecido por los aplausos, y decía para con alegría: ¡Pobre joven! ¡te veo perdido!... Comenzó Farinelli... y bien pronto no se aplaudió más... ¡se lloraba!

El conde permaneció aterrado y de rodillas bajo tal granizada de denuestos. Consideraba graves sus palabras; pero el enojo que producían en la dama era mayor de lo que había sospechado. Amalia guardó al fin silencio. Le contempló con ojos irritadísimos unos instantes. Mas una sonrisa feliz y burlona comenzó a dilatar su rostro expresivo.

28 Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros hemos dejado todas las cosas, y te hemos seguido. 29 Y respondiendo Jesús, dijo: De cierto os digo, que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o heredades, por causa de y del Evangelio,

Palabra del Dia

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