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Actualizado: 10 de julio de 2025
Después del asesinato de Valentín, Fausto se queda tan fresco, y para distraerse, se larga al aquelarre á bailar un fandango con varios brujas jóvenes, altas de pechos y ademán brioso. Margarita, entretanto, ha acudido con muchas comadres del barrio y otra gente desocupada, á ver morir á Valentín, que le echa un largo discurso, llamándola metze, coram pópulo, por si alguien no se había enterado.
No puede negarse que tiene una aguja muy hábil, observó una de las espectadoras; pero dudo mucho que exista otra mujer que haya ideado una manera tan descarada de hacer patente su habilidad. ¿Á qué equivale esto, comadres, sino á burlarse de nuestros piadosos magistrados, y vanagloriarse de lo que esos dignos caballeros creyeron que sería un castigo?
Después de estas mujeres entraron otras y otras. Era un rosario de comadres llorosas que iban llegando de todos los lados de la huerta, y rodeaban la cama, besaban el pequeño cadáver y parecían apoderarse de él como si fuera cosa suya, dejando á un lado á Teresa y su hija.
Esa actitud le había hecho algún daño con los buenos habitantes del pueblo, acostumbrados al modo de ser de la antigua empleada, cuya oficina era el punto de cita de todas las comadres y la caja de Pandora de donde se escapaban todas las maledicencias que florecían igualmente en el pueblo y en el campo.
Su hijo dormía en la cuna el sueño dulce y sereno de los ángeles. La infeliz cayó de rodillas y sollozó largo rato. Levantó la cabeza al fin, y dijo sordamente contemplando al niño: ¡No, no irás al hospicio! Varias comadres, y hasta alguna señora también, se lo habían aconsejado.
Y había hecho eso sencillamente, sin cuidarse de las falsas interpretaciones ni de los comentarios injuriosos que pudiera provocar su conducta, y era tal la fuerza de aquella apacible virtud y de aquella incomparable dignidad, que en el círculo estrecho y malévolo de las comadres de provincia, ni una palabra, ni una insinuación la habían rozado. ¡Había sido preciso que fuese Raúl!... El... ¡Oh!.
Todos los años se repiten las mismas gracias, con igual éxito y causando idéntica algazara y regocijo. Pero el jueves de Comadres es el día señalado entre todos para divertirse y echar abajo los talleres. Desde por la mañana llegan las cestas con los disfraces; y obtenido el permiso para bailar y formar comparsas, las oscuras y tristes salas se trasforman.
Y como todo esto, en concepto del ventrudo patrón, era una deshonra para su establecimiento, al escuchar las murmuraciones de las comadres volvía á enfurecerse, amenazando con su cuchilla al tímido criado, ó increpaba al tío Tomba para que corrigiese al pillete de su nieto.
Buenos días, señorita; solamente nosotros estamos en nuestro puesto dijo el tío Marcial volcando su saco en la mesa y designando con franca risa la multitud de comadres y muchachos que, no habiendo podido encontrar sitio en la iglesia, esperaban la salida de la novia.
Pero Aresti conocía de larga fecha estos recibimientos; el furor que acometía á todos por estar enfermos apenas le veían, sin ocurrírseles bajar al hospital más que en casos de extrema gravedad. Y seguía adelante sonriendo á unas, contestando á otras alegremente, precedido por el pinche zamorano que volvía la cara como si temiese verle secuestrado por el grupo de comadres.
Palabra del Dia
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