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Actualizado: 14 de junio de 2025


El gigante avanzó por uno de estos muelles, anchísimo para los pigmeos, pero en el cual tenía que colocar sus pies con precaución, como si marchase por lo alto de una pared. La muchedumbre lanzó un grito de sorpresa y de rabia al darse cuenta de la dirección que seguía. Junto á este muelle se hallaba anclado el bote que le había traído de su remoto país.

Me pone usted en un apuro con que vengan ya a buscarme la berlina de mamá y Narcisito en la berlina. Si fuera el landó, si fuera al menos el clarence, no habría dificultad. Pero en la berlina que es muy estrecha... ¿quiere usted decirme, diantre de general y aborrecible padrastro, dónde voy a colocar yo a doña Rita, que pesa doce arrobas y parece una urca holandesa?

Suelta á la pantera de nuestra historia gritaba el médico; déjala en libertad, después que ha costado un siglo de esfuerzos colocar ante ella unos barrotes por entre los cuales saca las patas siempre que puede, y ya verás cómo corresponde á tu candidez de liberal á la antigua. ¿Y qué quieres? preguntó Sánchez Morueta. ¿Matarla? ¿Crees que eso es posible, de un golpe?

Podía colocar a De-Hinchú, bajo influencias suavemente restrictivas, someterlo a una vida y enseñanza que le inclinara al bien más que mis mal reguladas bondades y cuidado superficial. De-Hinchú ingresó en la escuela de un misionero chino, pastor inteligente y bondadoso, que había demostrado gran interés por el chico, y quien, sobre todo, cifraba en él firmes esperanzas.

En realidad, hacía algún tiempo descuidaba intencionalmente ponerse su anillo de novia; había observado que los ojos de Juan eran invenciblemente atraídos por el fulgor del rubí tornasolado, sobre el cual parecían caer todas las caricias de la luz. De manera que por una delicadeza instintiva, no queriendo colocar diariamente ante sus ojos un símbolo que debía afligirlo, no se ponía el anillo.

Primeramente hay que colocar la bandera argentina, más alta que todas. Luego, á su derecha, la de España. ¡Que nadie me lo discuta! En esta tierra, después de los argentinos, somos nosotros. Ya sabe usted... Isabel la Católica... Solís... don Pedro de Mendoza... don Juan de Garay...

Para maldita la cosa, por el simple gusto de juntar monedas en un cajoncillo y contarlas y remirarlas de vez en cuando... Sin duda aquel hombre... que era muy bueno, eso , esposo sin pero y padre excelente... no sabía colocar a su mujer en el rango que por su posición correspondía a entrambos.

Lo que no fuese temblar, colocar señales en los balcones, esconder a su amante y estar siempre a dos dedos de ser descubierta, lo hallaba monótono y fastidioso. ¡Cuántas veces, estando en el lecho a las altas horas de la noche, se estremecía al escuchar el rumor de un carruaje!

Mandó en seguida el conde colocar la hierba debajo del zorro, y sacó del bolsillo una preciosa fosforera de oro. ¡Hola, señor conde, intenta usted hacer un auto de fe? Ya concluyeron esos tiempos ominosos... ya concluyeron esos tiempos ominosos. El zorro le va á llamar á usted oscurantista, y con razón, señor... y con razón. El conde se bajó sonriendo y aplicó un fósforo encendido á la hierba.

Lleva en la mano un libro delgado; de cuando en cuando se para bajo una luz y lee un poco; otras veces se dirige a un carpintero que da fuertes martillazos y le dice: No, ese árbol no debe ir aquí. ¿No comprende usted que colocar un árbol aquí es un absurdo? El carpintero no comprende que colocar un árbol allí es un absurdo, pero lo coloca en otra parte; lo mismo le da a él.

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