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Actualizado: 18 de junio de 2025
Querían pasar la noche cerca de él, para que no se viese solo entre los alemanes. Las dos mujeres trasladaron ropas y colchones desde el pabellón al último piso. El conserje estaba ocupado en calentar el segundo baño de Su Excelencia.
Soy yo, señor, soy yo dijo una voz de falsete al través de la cerradura. ¡Ah! eres tú, Robustiana. ¿Qué hay? ¡Señor, hay ladrones en casa! El capitán dió un salto mucho mayor y quedó de pie sobre el pavimento. Al fin había llegado el momento supremo; había sonado la hora del combate. Sin encender luz introdujo la mano por entre los colchones y sacó un enorme fusil de pistón.
Diciendo esto, se aproximó al lecho y dió en él un fuerte palmetazo con ambas manos, como el que se suele dar para sacudir los colchones al hacer las camas. «Tía Roma, ven acá, toca aquí. Mira qué blandura. ¿Ves este colchón de lana encima de un colchón de muelles? Pues es para tí, para ti, para que descanses tus huesos duros y te espatarres á tus anchas.»
También oyó hablar de las primeras alfombras de moqueta, de los primeros colchones de muelles, y de los primeros ferrocarriles, que alguno de los tertulios había visto en el extranjero, pues aquí ni asomos de ellos había todavía.
Pusimos el hato en el carro de un Diego Monje; era una media camita y otra de cordeles con ruedas para meterla debajo de la otra mía y del mayordomo, que se llamaba Baranda, cinco colchones, ocho sábanas, ocho almohadas, cuatro tapices, un cofre con ropa blanca, y las demás zarandajas de casa.
La madre, asaz desgraciada para dar á luz un hijo disforme, no podía librarlo: ahogábasele entre los colchones de la cama, suponiéndose ser hijo del diablo, una invención de su malicia para ultrajar á la Creación y calumniar á Dios.
Finalmente, él me va matando de hambre, y yo me voy muriendo de despecho, pues cuando pensé venir a este gobierno a comer caliente y a beber frío, y a recrear el cuerpo entre sábanas de holanda, sobre colchones de pluma, he venido a hacer penitencia, como si fuera ermitaño; y, como no la hago de mi voluntad, pienso que, al cabo al cabo, me ha de llevar el diablo.
Apagaba la luz y se iba. Anita lloraba sobre la almohada, después saltaba del lecho; pero no se atrevía a andar en la obscuridad y pegada a la cama seguía llorando, tendida así, de bruces, como ahora, acariciando con el rostro la sábana que mojaba con lágrimas también. Aquella blandura de los colchones era todo lo maternal con que ella podía contar; no había más suavidad para la pobre niña.
El político de marras le había dicho: ¿Conque no tiene usted de dónde sacar dinero? pues busque usted en la lana de sus colchones o en el forro de su chaqueta. Quisiera yo tener el gato que, sin duda, tiene usted encerrado. ¡Valiente gringo está usted! siempre llorando lágrimas... No, lo que es la bofetada se la había ganado bien y todas sus inmunidades no le valdrían para quitársela de encima.
Quedó don Cleofás absorto en aquella pepitoria humana de tanta diversidad de manos, pies y cabezas, y haciendo grandes admiraciones, dijo: ¿Es posible que para tantos hombres, mujeres y niños hay lienzo para colchones, sábanas y camisas? Déjame que me asombre que entre las grandezas de la Providencia divina no sea ésta la menor.
Palabra del Dia
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