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Actualizado: 18 de junio de 2025
En esa época, no era raro que en los distritos de provincia se procediera como lo hacía Marner; era cosa sabida que había campesinos en la parroquia de Raveloe, que guardaban sus economías en sus casas, probablemente escondidas en sus colchones de lana; pero sus místicos vecinos, bien que no fueran todos tan honrados como sus antecesores de los tiempos del rey Alfredo, no tenían imaginación bastante atrevida como para premeditar un robo con efracción.
¡Ay, madre mía del Carmen, amparadnos! exclamó D.ª Robustiana temblando fuertemente con las dos armas en la mano. ¡Silencio!... Tú y Flora y la criada os encerraréis en el gabinete de atrás y arrimad los colchones al balcón por si alguna bala atraviesa la madera. ¡Ay, santo Cristo de Candás! ¡Silencio, te digo!... Despierta á Linón sin hacer ruido... No le chilles... sacúdelo.
Muy tarde era cuando Roger pudo retirarse á descansar, no sin dejar antes cómodamente instalado al barón en la habitación que le había sido destinada. La suya, situada en el piso segundo de la feudal morada, contenía un pequeño lecho para él y tendidos en el suelo dos colchones en los que al entrar Roger dormían y roncaban Simón y Tristán.
No, no quiero los colchones, que dentro de ellos está su idea... porque aquí duerme usted, y por la noche, cuando se pone á cavilar, las ideas se meten por la tela adentro y por los muelles, y ahí estarán como las chinches cuando no hay limpieza. ¡Rayo con el hombre, y la que me quería encajar!...
El piso de esa cloaca era de tierra apénas apretada y estaba casi todo cubierto de montones de paja sucia y empapada por la humedad. Ningun mueble se veia en el centro, y solo en dos rincones se destacaban las sombras de algunas esteras de tamo en forma de colchones enrollados.
Después, precedidos por una vieja, subimos por una escalera de caracol que llevaba a la torre; había que marchar con cuidado por los escalones húmedos, resbaladizos y rotos, y bajar la cabeza para no tropezar. Al final, la criada abrió una puerta y pasamos los tres a una biblioteca abandonada, en donde había varios colchones de paja tirados en el suelo, y allí dormimos.
Su conducta durante la vida azarosa de marchas y campamentos contribuyó á aumentar su fama. Guadalupe tenía mal carácter. Muchas veces, al rozarse su automóvil con el de alguna generala igualmente cargado de colchones, sacos de ropa sucia, cuadrúpedos, aves y numerosos chiquillos , empezaban á insultarse ambas damas por si la una pretendía cortar el paso á la otra.
En el fondo de la casucha, con la cabeza hundida en cajones que servían de pesebres y las grupas frente a la puerta, estaban los caballos, las mulas y los burros que constituían la fortuna de la familia. Los colchones astrosos, apilados en un rincón, se extendían por la noche junto a las patas traseras de las bestias, durmiendo la familia y su capital acariciados por el calor del común estiércol.
Pero la sonrisa de Salvatierra quitó al joven toda esperanza. Había dicho que dormiría con los gañanes, y era capaz de pasar la noche al raso, si no le dejaban cumplir su gusto. No podría dormir en tu cama, Rafael; no tengo derecho a estar sobre colchones, mientras otros, bajo el mismo tejado, duermen en esteras.
Por la mañana, la microscópica Matildita vino a preguntarme cómo había dormido. Muy mal le respondí. ¿Y eso? No sé... me parece que la cama es algo dura. Pues, hijo mío, si tiene uté tres colchones. Esta noche le pondré a uté otro. No; mejor será que me quite usted los tres y ponga uno blando. Más de una docena de veces entró y salió aquella mañana en mi cuarto.
Palabra del Dia
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