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No, señorita, me contestó, estoy segura de mi cuenta y es usted una mala jugadora. Y usted una mentirosa, le respondí. Está bien, la desprecio demasiado para contestarle, me dijo. La hermana Sainte Félix, llegó afortunadamente en ese momento, pues yo creo que iba á pegarle... He ahí lo que ha pasado. Ya ves, es imposible arreglarnos después de esto. ¡Imposible! eso sería una cobardía.

Y gracias que uno es prudente y sabe las mañas de la fiera y le para los pies... dijo López queriendo dar explicaciones de su cobardía. Y si a una le preguntaran con buen modo lo que buscaban los padres caras, una contestaría que venían a sus pedriques, y en paz. Pero se incomoda la gente por una palabra.... Hay lenguas que tiran coces.... No se puede remediar....

No había por qué interrumpir su vida ordinaria y además no quería que al saberse su muerte se dijera de él que se había suicidado a impulsos de la desesperación, en un rapto de locura. Lejos de eso tenía empeño en que todo el mundo considerase su acto bien premeditado, como prueba de valor y no como signo de cobardía.

Al fin el conde se decidió a escribir una carta a su antigua amante. «En este momento acaban de decirme que nuestra Josefina, nuestra adorada Josefina, está padeciendo martirios increíbles de tu mano. Creo que es una vil calumnia. Conozco tu genio, que es vivo y fogoso, pero noble. No puedo atribuirte semejante cobardía.

Había ido allí arrastrado á impulsos del Remordimiento, que donde quiera le acosaba, y cuya compañera era aquella Cobardía que invariablemente le hacía retroceder en el momento mismo en que iba á desplegar los labios. ¡Pobre, infeliz hombre! ¿Qué derecho tenía de abrumar bajo el peso del delito hombros tan flacos como los suyos?

Únicamente soy feliz cuando pierdo la memoria... Ferragut, amigo mío, dígame ¡adiós! y no me salga más al paso. Pero Ferragut protestaba, como si le propusiese una cobardía. ¿Huir, amándola tanto?... Si tenía enemigos, podía contar con él para su defensa. Si deseaba riquezas, él no era un millonario, pero... Capitán interrumpió Freya , váyase con los suyos. Yo no he nacido para usted.

He aquí la segunda noche que paso en este miserable cuarto, contemplando melancólicamente mi apagado hogar, escuchando, con estupidez, los rumores monótonos de la calle, y sintiéndome en medio de esta gran ciudad, más solo, más abandonado y más próximo á la desesperación que el náufrago que lucha en medio del océano sobre su roto pino. ¡Basta de cobardía!

Veremos, veremos murmuró indeciso el ingeniero. Dudaba, con cierta esperanza, ante el camino tortuoso que le proponía su novia. Experimentaba la cobardía del amor, y cerraba los ojos.

¡Ah, tío Manolillo! mucho y grave es lo que á me sucede dijo compungido el cocinero mayor. Sois el rigor de las desdichas, Montiño, y por vuestra torpeza y vuestra cobardía hacéis esas desdichas mayores; y esa horrible codicia... Yo creía que veníais á otra cosa, tío Manolillo dijo el cocinero , y no á reñirme por desgracias que yo no he podido evitar.

Tal vez esta creencia equivale a una cobardía: no puedes comprenderme, Alcaparrón. Pero, ¡ay! ¡la Muerte! ¡la incógnita, que nos espía y nos sigue, burlándose de nuestras soberbias y nuestras satisfacciones!... Yo la desprecio, me río de ella, la espero sin miedo para descansar de una vez: y como yo, muchísimos.