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Actualizado: 3 de julio de 2025


MARCIO. Cálmate, Cleopatra; han confesado ya que son raptores. ¡Tornemos, pues, a nuestros penates, Cleopatra! Además, estamos ya tan habituadas a este paraje... ¿Verdad, Marcio, que son preciosas estas montañas? MARCIO. No te entiendo, Cleopatra; ¿a qué viene ahora el hablarme de las montañas? CLEOPATRA. Os enojáis; pero os aseguro, Marcio, que no somos culpables.

ESCIPIÓN. Gracias a Dios, no soy todavía vuestro marido para permitiros burlaros de . CLEOPATRA. ¡Muy bien! ¿Conque os congratuláis de no ser todavía mi marido? ¡Tiene gracia! ¿Queríais hacernos creer en la sinceridad de vuestros juramentos? ESCIPIÓN. ¡No, no es posible! Es una lógica que no entiendo. Os ruego que acabéis. CLEOPATRA. ¿Y si no quiero?

Aún no hace veinticuatro horas que hemos tenido el gusto de raptaros, y ya hay entre nosotros discordias y malas inteligencias. CLEOPATRA. ¡Qué insolente! ¿Os figuráis acaso que por el mero hecho de enarbolar ese garrote con la rodilla blanca tenéis derecho a decir porquerías? Señora, bien se ve que tenéis un noble corazón, y me tomo la libertad de pediros un gran favor.

Y si por acaso caía alguno de ellos en sandez por el estilo era para su vencimiento y vergonzosa desventura. Sírvante de lección la vida y los amores de Marco Antonio y Cleopatra, que habrás leído o habrás oído referir a personas doctas. Juiciosa es la doctrina que expones interpuso Miguel de Zuheros . No atino contradecirla ni a disputar contigo. El corazón, no obstante, puede más que la cabeza.

Este es el collar de Cleopatra, dijo Simoun sacando con mucho cuidado una caja plana en forma de media luna; es una joya que no se puede tasar, un objeto de museo, solo para los gobiernos ricos.

Con ése habrá cautivado Cleopatra á Cesar, á Marco Antonio... ése ha oido las ardientes declaraciones de amor de los dos más grandes guerreros de su tiempo, ¡ése oyó frases en el más puro y elegante latin y ya quisieras tu habértelo puesto! ¿Yo? ¡no doy tres pesos! Veinte se pueden dar, ¡gonga! dijo Cpna. Tikâ en tono de conocedor; el oro es bueno y fundido servirá para otras alhajas.

La perfeccion imitativa es tal que la ilusion es completa. Ya recorre el visitante un salon egipcio que le hace evocar las sombras de los Tolomeos ó de Cleopatra, con sus relieves toscos, sus momias mitológicas, sus extrañas combinaciones de colores, su arte brutal y misterioso al mismo tiempo, pero expresivo, y sus interminables jeroglíficos.

Se figuran que no somos capaces sino de arañarles la cara. Es preciso que vean que también sabemos hablar. Es absolutamente inútil, puesto que la fuerza está de su parte. No tenemos más remedio que someternos. CLEOPATRA. ¡Detenedla! La fuerza, Verónica, no es el derecho, como dicen los jurisconsultos romanos.

Tenéis un pico de oro, sabéis adoptar elegantes posturas; pero decidme: ¿qué haríais si quisieran raptarnos durante la noche? ESCIPIÓN. Velaremos la noche entera. Además, espero que vosotras no querréis marcharos. VERÓNICA. ¿Por qué están tan lejos? ¡Yo quiero que se acerquen! VOCES FEMENINAS. ¡Por favor, detenedla! CLEOPATRA. ¡Tiene gracia lo seguro que estáis de vosotros mismos!

De la desvergonzada Zaluka, de la sagaz Cleopatra, cualquiera triunfa, porque el hombre se deleita tanto en humillar la soberbia como en poseer la belleza, pero ¿quién es capaz de permanecer insensible ante la enamorada humilde y suplicante? Ignoro cuánto tiempo tendré que estar en Madrid o en París dijo don Juan . No dónde iré...; en fin, no me voy del mundo.

Palabra del Dia

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