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Actualizado: 17 de junio de 2025


Mantúvose con la garrocha bajo el brazo, como un picador, y la clavó en el cuello del toro, que avanzaba mugiente con el testuz bajo. Se enrojeció la enorme cerviz con un raudal de sangre, pero la fiera siguió avanzando en su arrollador impulso, sin sentir que se agrandaba la herida, hasta que metió las astas bajo el caballo, sacudiéndolo y separando sus patas del suelo.

Transportado Roger y sin reflexionar gran cosa, se volvió hacia sus compañeros diciéndoles: Ocasión como esta no volverá á presentársenos en toda la vida. Sin el clavo ese no me quedo, y se lo he de llevar y ofrecer á la abadía de Belmonte. Como yo le llevaré á mi madre esa piedra que le arrojaron al santo, dijo Tristán.

, padrino; he emprendido este cuadrito después que usted se marchó. Es la misma cabeza de la desposada ... ¿También de imaginación?... Levantó la frente y clavó su mirada en los ojos de Mauricio. El joven se sonrojó un poco y dijo sencillamente: No he mentido á usted nunca y no he de empezar á mi edad ... Esta cara es la de la sobrina de la señorita Guichard.

Bien, ¿y ? respondió García mirándole cada vez con mayor sorpresa. ¿Yo...? ¡Divinamente! Y se sentó frente a él y le clavó una larga mirada insistente y dura. Desde que hago una vida más higiénica añadió me encuentro perfectamente. Ya no paso las tardes en el café, como antes; ahora me dedico a dar paseos entre los árboles, buscando atmósfera más pura.

No ofrecía grandes dificultades a mi paso aquel camino cuya longitud no excedería de quince o veinte varas; pero la consideración racionalísima de lo que íbamos a hacer después de recorrerle, sin otra retirada que el abismo en el caso muy posible de salir escapados de la cueva, si no quedábamos hechos jigote allá dentro, clavó mis pies en el suelo a los primeros pasos que di sobre él.

Entonces fue D. Juan Nepomuceno el que habló; pero antes se puso en pie, clavó también los ojos en su sobrino por afinidad, y cuando éste casi creía que iba a sacar el cuchillo para herirle, exclamó con gran cachaza: Tiene razón Bonifacio; ¿cómo quieres que él sepa cómo son las botas que compra la tiple? No ha de ser él quien las pague.

Clavó los ojos en la puerta, y, cuando esperaba ver entrar por ella a la rendida y lastimada Altisidora, vio entrar a una reverendísima dueña con unas tocas blancas repulgadas y luengas, tanto, que la cubrían y enmantaban desde los pies a la cabeza.

»Si le dijera a usted que Villavieja estaba en el propio ser y estado en que usted la dejó tantos años hace, le engañaría a usted y adularía a Villavieja; porque, en rigor de verdad y cumpliendo la ley de su destino, tiene de peor que entonces el estrago del tiempo transcurrido, y el de las miserias y la incuria de sus habitantes. De mejor, ni un ladrillo, ni un clavo, ni una teja.

A las dos les acometió una risa tan loca que los ojos de todos se volvieron hacia ellas. La de Peñarrubia, que sospechó que ella era la causa, les clavó una larga y fría mirada. Pero las chicas no podían reprimirse... ¡no podían...! ¡vamos, que no podían!

La doncella clavó la aguja en el lienzo, y pálida como una muerta, arrasados en lágrimas los ojos, contestó, sonriente: Señora... ¡quién sabe! Es buena, muy buena... pero las Tejedas no la quieren; ni tampoco las Castros; ni las Martínez, ni otras. ¡Y yo no por qué! Será porque esa señorita es más elegante que ellas, y más bonita, y de muy buen trato.

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