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Actualizado: 29 de junio de 2025
Hasta las guardesas, viejas y pobremente vestidas, que, con la bandera recogida, daban paso al tren, ostentaban entre sus cabellos grises algún clavel o alelí. Por fin nos apartamos del Empalme. Debíamos parar en Sevilla.
La pobre Laura, con su figurilla menuda y agraciada, con sus manos y mejillas de clavel, los ojos claros y húmedos, los labios rojos y sonrientes, y sobre todo, con las palabras amables que dulcemente fluían de ellos sin compostura, no era á propósito para inspirar temor á nadie. Pero la dama orgullosa y severa se había quedado por allá.
Otras veces le daba al viejo por vigilarla, y le prohibía asomarse al balcón y abrir la puerta, es decir, la abandonaba ó la martirizaba, según el estado de aquel espíritu perturbador y cruel. Clara se puso mala; se iba agostando con lentitud como el clavel que crecía difícilmente en el patio de la escuela.
Un mancebo llama al objeto de su amor clavel de mi alma. Cualquier doncella lista y avispada se llena de placer, cuando se la dice que va derramando la sal. Quien saborea el vino y quiere expresar su excelencia, dice que le sabe á gloria.
Efectivamente, tengo esa desgracia. Lo mismo me pasa con las flores: la rosa y el clavel, las más cursilonas de la jardinería, son las que más me gustan. Pero no soy el único. Antes que yo el doctor Fausto fue decidido partidario de las cursis y por ellas vendió su alma al diablo.
Trazaban luego, por espacio de dos horas, sendos garabatos en un papel rayado; y después de contestar de memoria á las preguntas de un catecismo, cosían tres horas largas, hasta que llegaba la del juego. El recreo tenía lugar en un patio obscuro y hediondo, cuya vegetación consistía en un pobre clavel amarillento y tísico que crecía en un puchero inservible, erigido en tiesto de flores.
Mensajero, corre y ve, corre y ve presto y artero, y de ausente caballero llévale a su amor el billete más sincero. No está lejos, muy más fiel, muy más fiel a tus consejos: Busca ansioso los reflejos de un clavel que dejó entre búcaros y espejos.
Así será, no hablemos más de esto; mira qué monada esa ratoncita... ¡allí!... ¿La ves?... bajo aquel clavel... ¿Sabes cuál es su nombre técnico? ¡Qué voy a saber! Troglodita. ¡Eso querría ser yo!... En ese momento se presentó en la puerta del cuarto Juancito, el pequeño peón de la caballeriza, y dijo: Buen día, don Melchor... ¿que si no van a ir?
Estas lindas estrellas de la tierra, que esmaltan los jardines con su púrpura risueña, son parientas lejanas del orgulloso clavel. ¡Nadie lo diría, porque son tan modestas...! Allí está. ¡Qué noblemente pliega el aromático turbante blanco y rojo de mil rizos! Salud al califa espléndido, magnífico, soberano.
Y ¿por qué había de reírme? observó Nieves apartando con la contera de su sombrilla cerrada algunas pedrezuelas del suelo que no estorbaban a nadie. Por lo que pudiera hallar usted de... inocentada en el caso, es un suponer respondió Leto con entera sinceridad; y enseguida añadió : de todas maneras, ahí está el clavel.
Palabra del Dia
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