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Actualizado: 9 de junio de 2025
El bendito señor que la oía, enternecido de tanta desdicha, levantose de su asiento y dio algunos pasos para vencer su emoción. «Todo sea por Dios dijo liando nerviosamente otro cigarrillo . Noble criatura, su juventud de usted ha sido muy triste; ha nacido usted en un páramo...
Aquella mañana había gran fiesta, como dijo Marieta de Fontenoy cuando al entrar con Lorenza Margillier vió á Tragomer que estaba fumando un cigarrillo en el cuarto de Maugirón. ¿Dónde está el dueño de la casa? dijo Lorenza echando descuidadamente el sombrero en un sofá y besando amablemente á Tragomer. Está poniéndose guapo. Y bien, Marieta, ¿no me dice usted nada?
No se veía ya a los estudiantes. Encendió con mano trémula un cigarrillo, y apenas se lo hubo fumado, encendió otro. «¡Vaya una aventura! se dijo . Será un milagro que no me resfríe. Acaso la tuberculosis en perspectiva... Por fortuna, no me han dado alcance los estudiantes, aunque corrían de lo lindo. Uno no cesaba de gritar: «¡Alto!» ¡Era terrible!»
Un día sorprendió a Mauricia en la carbonera fumándose un cigarrillo, cosa ciertamente fea e impropia de una mujer. La coja no se apresuró a quitarle el cigarro de la boca, como parecía natural. Sólo le dijo: «¡Qué cochina eres!
Por lo que pude observar, me pareció que la trataba con extraordinario desdén y gran familiaridad, hablándole de «tú» y encendiendo en su presencia un cigarrillo ordinario, mientras ella, por su parte, no parecía estar muy tranquila, como si hubiera asistido, más bien obligada, que por su gusto.
Su Excelencia, viendo interrumpido su ensueño melancólico por la inoportuna visita, cortó el relato del comandante con un gesto de mando y una palabra... una sola. No dijo más. Dió dos chupadas á un cigarrillo turco que chamuscaba lentamente la madera del piano, y sus manos volvieron á caer sobre el marfil, reanudando la improvisación vaga y tierna inspirada por el crepúsculo.
Elena, que en sus horas de soledad era una fumadora insaciable, cuando se cansaba de ir con el cigarrillo en la boca de una á otra pieza examinando los adornos y comodidades de su nueva casa, abría el piano, dejando que sus dedos corriesen sobre las teclas.
Una ligera tos le hizo volver la cabeza, y vio junto a él, apoyada en la baranda, a Mrs. Power, su vecina del comedor. Un tul verde cubría la desnudez de su escote. Llevábase a la boca el cabo dorado de un cigarrillo, y un surtidor de humo partía de sus labios, tomando reflejos de iris bajo el resplandor eléctrico antes de perderse en la obscuridad.
Diana Grey, así que se hubo ido, encendió un cigarrillo, y tendiéndose en un diván a la americana bebió su Oporto. Apercibiose entonces de que Maurescamp estaba disgustado, y para componer las cosas, le dijo, con ligero acento: Mi gordo «boy», es muy interesante el amante de vuestra mujer... tengo un capricho por él, ¿sabéis?
Cerró la tabaquera con un golpe seco, encendió su cigarrillo, y, después de haber lanzado al espacio algunas bocanadas de humo, dijo: Brillante la fiesta, ¿eh? Muy brillante. ¿Por qué has desertado del cotillón? Podría devolverte la pregunta. ¡Oh! yo, es bien sencillo: me substraigo a las confidencias de mi prima.
Palabra del Dia
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