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Actualizado: 6 de junio de 2025
¡Qué vulgaridad! Esos son ojos de las gentes del pueblo, de cocineras y cigarreras. Que el modo de andar de las españolas tan ligero, tan gracioso, tan sandunguero, es lo más encantador que pueda imaginarse. Pero ¿no conoce ese señor que nos mira como parias dijo Eloísa , y que estamos haciendo todo lo posible para enmendarnos y andar como se debe? Lo mejor será que le convirtáis dijo Rafael.
Las paellas de un revolucionario TODOS sabéis que Barriobero es un terrible revolucionario, un formidable socavador del orden social. Durante mucho tiempo, su melancólica silueta quijotesca ha sido la pesadilla de golillas y de ministriles. ¿Qué había un mitin de cigarreras? Barriobero a la cárcel. ¿Que algún orondo cacique se levantaba dispépsico? Metamos a Barriobero en chirona.
Las dos de labradores se diferenciaban harto. En la primera se había buscado, ante todo, el lujo del atavío y la gallardía del cuerpo; las cigarreras más altas y bien formadas vestían con suma gracia el calzón de rizo, la chaqueta de paño, las polainas pespunteadas y la montera ornada con su refulgente pluma de pavo real; y para las mozas se habían elegido las muchachas más frescas y lindas, que lo parecían doblemente con el dengue de escarlata y la cofia ceñida con cinta de seda.
Las palas del vaporcito, pesadamente batían las aguas del Pasig, evitando el timonel con una lenta marcha, el choque con alguna de las muchas pequeñas embarcaciones que afluyen en aquellas horas á las cercanías del puente colgante, cargadas unas de cocos, verduras, leña, piedras, ladrillos y tejas, y conduciendo otras gran número de alegres cigarreras que tienen su trabajo en la fábrica de Arroceros, y su domicilio en alguna de las poéticas casitas que bordan las orillas del río, y forman parte de los pueblos que hemos de ver desde las bandas del vapor.
No había más remedio que aguardar la salida de las cigarreras de la fábrica, y aun así exponerme mucho, como me había sucedido ya, a no verla. Todas las desdichas se cernían de una vez sobre mi cabeza. Pasando por la calle de Francos en tal estado de abatimiento, vecino al sepulcro, oí que me llamaban desde una tienda de sederías. Eran las de Anguita.
A despecho de la acusación de «echar contra Dios» lanzada por las campesinas a las ciudadanas, la verdad es que, con contadísimas excepciones, todas las cigarreras se manifestaban acordes y unánimes en achaques de devoción. Ella sería más o menos ilustrada; pero allí había mucha y fervorosa piedad.
Al descender de su observatorio, echados por las sombras de la noche, que envolvían el patio de la Fábrica y cubrían la estruendosa retirada de las cigarreras vestidas ya con sus trajes usuales, Baltasar iba silencioso y concentrado. Borrén muy locuaz. El bueno del capitán no cabía en sí de gozo, ni más ni menos que si la aventura de ver bailar a la Tribuna le aconteciese a él directamente.
Los preciosos y bruñidos tafiletes, los grandes chales de algodon y seda, de colores vivos sobre fondo blanco, ó mezclados; los mil caprichos de dibujo y bordado en las mantas rojas de lana, en los cojines y sandalias; los bellos turbantes; la infinidad de joyas y objetos de adorno, de plumas, corales, rosarios, filigranas, cigarreras bordadas de hilo de oro y plata, y mil objetos de uso manual, todo eso despierta la curiosidad por sus particularidades, sus vivísimos colores y sus caprichos de forma, que dan idea del estilo de la industria en Marruecos y los paises vecinos.
Aunque había comenzado a hablar en tono muy bajo, como me hallaba tan preocupado, descuideme y fui alzando la voz sin notarlo. Algunas palabras sueltas debieron de haber llegado a los oídos de las cigarreras más próximas, porque las oía repetidas en voz alta acompañadas de risas y jarana. No hice caso.
Con esto, en vez de pasear todo el día por las calles con sus amigos, o ir a la puerta de Jerez a echar flores a las cigarreras, o a esperar por la tarde la vuelta de las operarias de la Cartuja, le gusta quedarse en casa cuando Fernanda va a pasar la tarde con su hermana y visitar con frecuencia la casa del padre de aquélla, que era maestro tornero en bronce y marfil. ¿Y todo para qué?
Palabra del Dia
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