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No era ningún delito, aunque pudiese pasar por extravagancia, el que estuviese enamorado de aquella muchacha que podía ser su nieta. El haber ido a su casa todas las noches durante algunas semanas apenas le parecía imprudente y digno de censura.

Al decir esto, observaba atentamente al inglés, suponiéndole próximo a dar rienda suelta al furor, provocado por mi irreverente censura; pero con gran sorpresa mía, lejos de ver encendida en sus ojos la ira, noté en su sonrisa no sólo benevolencia, sino conformidad con mis opiniones. Caballero dijo tomándome la mano , ¿me permitirá usted que le importune repitiéndole que deseo mucho su amistad?

Si la misión es difícil, no ha de ocultársete que la tentación es temible: ya lo irás viendo; pero si algo divino y fuerte hay en el hombre, es la voluntad. A todo has de sobreponerte, temiendo más la propia indulgencia: que la ajena censura.

Para el primer cargo se nombró al Juez mayor de policía, cuya obligación se reducía nada más que á construir teatro, adornarlo, iluminarlo y darlo listo: la magia quedó al cuidado de la experiencia del vacunadorcillo y el proporcionar comedia fué encargo que se hizo al Directorcillo, á quien por un favor especial se le agregó el maestro, sin duda para que en sus conocimientos de letras llevase la censura y corrección de la obra.

Y era menester que en la primera tragedia se diesen ya cosas que presupusiesen y preparasen la segunda, dejando no pocos cabos sueltos que enlazasen después la una con la otra. No nos fijemos ahora en estos cabos. Aislada la fábula de los amores de FAUSTO y Margarita, su disposición y desenvolvimiento merecen más elogio que censura.

En efecto, el valor moral de este matrimonio es harto discutible; mas para la muchacha, si se atiende a los ruegos de su madre, a sus quejas, hasta a su mandato; si se atiende a que ella creía por este medio proporcionar a su madre una vejez descansada y libertar a su hermano de la deshonra y de la infamia, siendo su ángel tutelar y su Providencia, fuerza es confesar que merece atenuación la censura.

Más importante y de más fuerza es la censura que se refiere á las obras, que adulan á la sed de venganza peculiar de los pueblos meridionales, causa hoy, así en Italia como en España, de muchos asesinatos, excitando la admiración de los espectadores hacia los rasgos de valor, sin tener en cuenta sus motivos, ó empleando, para lograrlo, crímenes y actos sangrientos.

XXXIX. Las mudanzas de España que ponen espanto, aluden á los escritos que circularon contra la corrupción del Gobierno y de la corte, dirigidos singularmente á la censura del tráfico que hacían Pedro Franqueza y Rodrigo Calderón, hechuras del de Lerma. Ex.^mo S.^r

Las escenas, en que la fingida aldeana censura las costumbres de la corte, con sencillez aparente y en el lenguaje popular, que imita á la perfección, diciendo la verdad sin ambajes ni rodeos, son de las más bellas que ha sugerido hasta ahora la musa cómica. No hay necesidad de añadir que el Don Pedro verdadero es reconocido como tal, y que se casa con la hija de Don Gómez.

Por cierto que he recibido algunas cartas en que, si no censura, había cierta extrañeza por hablar yo de mi marido en estas crónicas superficiales, deleznables y pasajeras. ¿Por qué la extrañeza? Falta de costumbre en las lectoras, sin duda.