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Actualizado: 8 de junio de 2025
Los demás dramas de la misma especie, dignos de mención especial, son muy inferiores á los citados en sus argumentos y en el plan á que se ajustan. El Rey sin reino pinta, con los más vivos colores, los desórdenes y revueltas que precedieron á la ascensión al trono de Hungría de Matías Corvinus; los sucesos y catástrofes se repiten con harta frecuencia para no debilitar la unidad de acción.
Inevitable accesorio de estas catástrofes es el cúmulo de injusticias que se cometen en inocentes ó pacíficos habitantes.
La disciplina eclesiástica estaba relajada; los altos dignatarios daban muy funesto ejemplo; las cosas santas no eran ya respetadas; en las relaciones internacionales habia sucedido á la sinceridad y franqueza la diplomacia; desaparecian lentamente las gerarquías sociales; violábase la fé del juramento, grande y solemne garantía de la edad media; el interés personal, el egoismo, eran la norma de los pueblos y de los reyes; todos estos elementos de disolucion reunidos minaban el órden social, y anunciaban grandes catástrofes.
Te casas... te casas con... una chueta. Le costó un esfuerzo soltar la palabra, se estremeció al decirla. Luego de esto reinó en el salón un largo silencio, uno de esos silencios trágicos y absolutos que siguen a las grandes catástrofes, lo mismo que si la casa acabara de venirse abajo, extinguiéndose el eco del último muro derrumbado.
Juró todo lo que quiso el poeta, sin comprender qué es lo que Valencia podía esperar de él, simple marino errante por todos los mares. Labarta quiso acompañarle hasta la puerta, pero se hundió en su asiento, obediente al cariñoso despotismo de su compañera, que temía para él las mayores catástrofes.
Ulises y su segundo pensaron en las grandes catástrofes ignoradas por la Historia: la tempestad sorprendiendo al éxodo navegante, las flotas enteras de rudas balsas sorbidas por el abismo en unos minutos, las familias muriendo abrazadas á sus animales domésticos cuando iban á intentar un nuevo avance de su embrionaria civilización.
Ella, acostumbrada á vivir entre los grandes dolores, á presenciar catástrofes, tenía en poco las conveniencias que rigen la vida ordinaria, y habló inmediatamente, con cierta rudeza militar, del motivo de su visita. Venía de parte de la duquesa de Delille. Había pasado los dos últimos días en Villa-Rosa, durmiendo allí para no abandonar un solo momento á Alicia.
Pero lo singular de todo esto, lo que prueba que el estilo, las creencias y los sentimientos del narrador y la luz del cielo con que tal vez ilumina los casos más crueles y las mayores catástrofes pueden trocar el mal en bien y convertir el veneno en triaca, es que Angelito y Soledad, tan desventurados materialmente, se hacen dignos de envidia y de gloria, y el pobre de D. Antonio, que al principio de la novela casi nos infunde desprecio y es objeto de risa y de burla, acaba por ser amado y venerado de los lectores.
Y Aresti pensaba en la pobreza humana que resurge siempre ante las catástrofes ciegas de la naturaleza; en la fe que siente el hombre por lo maravilloso apenas ve en peligro su existencia. Goicochea había cesado de rezar y, acercándose al doctor, hablábale al oído con la satisfacción del que muestra las bellezas de su propia casa.
Los que han llegado a saborear otros rasgos de Pereda, todavía de más singular y exquisita literatura, de emoción trágica e intensa, de cruda expresión y ardiente colorido; los que recuerdan, quizá con lágrimas, La Leva, El fin de una raza y las mejores escenas de Sotileza, aquí hallarán la misma grandeza y el mismo brío; la misma arrogancia, casi épica, con que el autor realza y ennoblece las catástrofes vulgares y los más desdeñados esfuerzos del trabajo humano, dando nobilísimos ejemplos de una poesía verdaderamente cristiana y verdaderamente moderna.
Palabra del Dia
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