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Actualizado: 8 de julio de 2025
Al cabo hizo su entrada en compañía de Narciso Luna, de Gustavo Núñez y de otra dama que llamaba Enriqueta. Venían de una matinée en casa de la de Somorrostro, donde decía que se habían encontrado casualmente. Marcela había invitado a comer a Gustavo. Todo parecía muy claro. Sin embargo, Elena sintió un leve estremecimiento olfateando la trampa.
Hullin ya no oía a su compañero, porque, habiendo mirado casualmente hacia el valle, acababa de ver un regimiento de infantería que desembocaba en la carretera. Más allá, en la calle, la caballería avanzaba, y cinco o seis oficiales iban delante galopando.
Casualmente tropezó con él en la cocina, donde preguntaba algo a Sabel en queda voz. Acercósele Perucho, y asiéndole de la chaqueta exclamó: ¿Mis dos cuartos? No hizo caso Primitivo. Dialogaba con su hija, y, a lo que Perucho pudo comprender, ésta explicaba que el señorito había salido de madrugada a tirar a los pollos de perdiz, y suponía que anduviese hacia la parte del camino de Cebre.
Después aquel hombre utilísimo, más digno de mandar que de servir, esperó a don Juan, el cual llegó a las cuarenta y ocho horas. Así urdida la trama, amo y criado se encontraron casualmente en la puerta del hospedaje, y ante el encargado de la fonda, como amigos a quienes el azar reúne, hablaron de este modo: El criado.
Y dirigiendo casualmente la mirada hacia la aldea, que se hallaba sólo a dos tiros de carabina, vio a algunas mujeres barrer delante de sus puertas y a algunos vejetes que se saludaban, mientras fumaban la primera pipa del día, junto al umbral de su chamizo.
Si mi mirada amortiguada se fijaba casualmente en la calle en alguna mujer, al día siguiente recibía una carta en que ella, esposa o prostituta, me regalaba su desnudez, su amor, y todas las complacencias de la lascivia.
La tarde á que nos referimos era casualmente cierto lo que nuestro amigo Calleja, enterado oficial de la Fontana, contaba en uno de los grupos formados en la Carrera. Pues qué, ¿no saben ustedes? decía bajando la voz y haciendo unos gestos dignos del único espartano que, escapado en las Termópilas, llevó á Atenas la noticia de aquella catástrofe memorable. ¿No saben ustedes?
Las criaturas tienen casi siempre la desgracia de que las grandes cosas no pasen en su casa. Esta vez nuestra tía ¡casualmente nuestra tía! ¡enferma de viruela! Yo, chico feliz, contaba ya en mi orgullo la amistad de un agente de policía, y el contacto con un payaso que saltando las gradas había tomado asiento a mi lado.
No buscaba las caricias de su hijo, pero cuando le tropezaba casualmente por los pasillos le cogía la cabeza, se la besaba amorosamente, murmuraba algunas palabras tiernas en su oído y repentina y precipitadamente se alejaba, algunas veces con lágrimas en los ojos.
Sucédele así lo que a aquel loro, de quien cuenta Jouy que habiendo escapado con vida de una batalla naval, a que se halló casualmente, quedó para toda su vida repitiendo, lleno de terror, el cañoneo que había oído: ¡pum, pum, pum! sin nunca salir de esto. El ministerial no sabe más que este cañoneo: «La España no está madura. No es oportuno. Pido la palabra en contra.
Palabra del Dia
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