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Actualizado: 21 de noviembre de 2025


Suceden en la corte cosas, que el diablo que las entienda; entre ellas, me lo ha dicho el criado de la condesa, sucede que el duque de Lerma ha hecho al rey que levante el destierro al conde de Lemos. ¿Es decir, que tendremos aquí á don Fernando de Castro dentro de un mes?

Le dije que no, y le di las gracias. «También vinieron las niñas de Castro Pérez, me preguntaron por y me encargaron que te diera memorias de parte suya de su papá. No me simpatizan esas niñas, ya te lo he dicho. ¡Qué murmuradoras y qué indiscretas! ¡ dirás!

Nadie osaba, en su presencia, hacer burla de los cuellos ni de los guiños de Ramoncito. Eran poco más de las cuatro cuando entrambos salvajes salieron del club abrochándose los guantes. A la puerta estaba la charrette de Castro, que éste despidió dando hora al cochero para el paseo. Antes debía hacer una visita a ruego de Ramoncito.

Castro, que hacía días estaba un poco despechado por la frialdad de su dueño, sonrió forzadamente frunciendo en seguida el entrecejo. A Pepa no le pasó inadvertido este gesto. Mire usted qué cara tan nublada tiene en este momento Osorio. ¡Inspira horror! Y toda la culpa la tiene usted, pícaro. ¡Yo! Nada de eso. Deben de ser cuestiones de guita las que le ponen tan amarillo.

La marquesa de Alcudia, cuya voluntad no podía estar jamás en reposo, se dispuso a cumplir lo que había prometido a su sobrino. Este la vió llamar aparte a Mariana y salir con ella. Al cabo de un rato ambas volvieron. Castro comprendió que se había hablado de él, en la mirada tímida y afectuosa que la esposa de Calderón le dirigió al entrar.

En este elevadísimo estado de alma se hallaba nuestro amigo Pepe Castro ahumando una que figuraba la pata de un caballo, cuando le sacó de su éxtasis la voz de Rafael Alcántara que desde lejos le gritó: ¿Conque es verdad que has vendido la jaca, Pepe? Hace ya unos días. ¿La inglesa? ¿La inglesa? exclamó levantando los ojos hacia su amigo con asombro y reconvención . No, hombre, no; la cruzada.

Es que Pepe Castro no es usted manifestó la niña de Calderón con marcada displicencia. Maldonado cayó de la región celeste donde se mecía. Aquella frase punzante dicha en tono despreciativo le llegó al alma. Porque cabalmente la superioridad de Pepe Castro era una de las pocas verdades que se imponían a su espíritu de modo incontrastable.

Yo dije a un consumado gramático, veinte años ha: «¿Qué hará usted con toda su gramática, si no tiene nada que decir que interese al público? «Por buen supuesto te tienen, pues te envían a bogar; ropa y plaza tienes cierta, y a subir empezarásPues otro tanto digo del señor Castro, y aun digo más: que pudo preguntarme sobre ese punto, como me preguntó sobre muchos otros.

¡No me hables de ella! exclamó Alicia, á pesar de que su compañero no había dicho nada . ¡La detesto!... El pobre Martínez en el olvido. Me lo disputa, me lo quita, y luego viene en busca de Castro, mientras el otro infeliz vagará por Monte-Carlo. ¡Qué mujer! ¡El mal que me ha hecho!... Ella tiene la culpa de todo.

ALFONSO DE CASTRO es otro Español, que con el motivo de tratar de las heregías, impugna toda suerte de errores, aun los de los sectarios presentes, que como he dicho son antiguos, con muy apreciables fundamentos. Estos dos Escritores se diferencian en el modo de escribir de esta manera.

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